Quantcast
Channel: El Cinema de Hollywood
Viewing all 824 articles
Browse latest View live

La Criatura de la Laguna Negra (Creature from the Black Lagoon, 1954)

$
0
0

Más de veinte años después del estreno de Drácula de Bela Lugosi y treinta de El Fantasma de la Ópera de Lon Chaney, la Universal parecía decidida a seguir produciendo pelis de terror, aunque ya se notaba que esta franquicia —como ahora la llamaríamos— estaba dando sus últimos coletazos. Mientras que Drácula, El Doctor Frankenstein y El Hombre Invisible ya tenían la etiqueta de clásicos del género, otras pelis habían pasado al olvido, como las diferentes secuelas y remakes, el estudio seguía buscando en el fondo del cajón de sastre de los cuentos de terror del mundo entero, cuando se topó con esta: una vieja leyenda suramericana dice que en el Amazonas vive una criatura que ataca a las jóvenes de las aldeas cercanas. Como un cazador que se cierne sobre su presa, Universal no lo dejó escapar y creó la historia que tenemos entre manos, dando lugar a una de las mayores cintas de terror de la historia… además de ser una de las más originales al no tratarse de una historia basada en alguna novela clásica.

Titulada originalmente como Creature from the Black Lagoon—algo que se tradujo aquí con dos cojones como La mujer y el monstruo… título rápido e innecesario al leer la sinopsis, seguro—, la historia transcurre en los sitios más desconocidos del Amazonas, donde el profesor Carl Maia—interpretado por el español Antonio Moreno— descubre el resto de lo que parece un anfibio no clasificado; con la ayuda de David Reed, Kay Lawrence y Mark Williams, regresará al lugar para encontrar más restos del especímen que le puedan ayudar a comprender su origen. Lo que no espera ninguno de ellos es que ese «resto» tiene un igual que sigue viviendo en las profundidades de una laguna que es su hogar y, cuando se ve amenazado por esos forasteros, no dudará en hacer cualquier cosa para protegerla… incluso matar.

Con esta premisa arranca Creature form the Black Lagoon, y es a partir de este punto que todo gira alrededor de ese grupo de hombres que deben enfrentarse a lo desconocido, ya que la única información que tienen del monstruo es de las leyendas que les explican los tripulantes de la embarcación con la que han remontado el río.

A pesar del discreto presupuesto —es desconocido pero se nota que no hay grandes dispendios— y las limitaciones tecnológicas para crear a la criatura —que fue interpretada por dos actores, Ben Champman, de casi dos metros, para las secuencias de tierra y Ricou Browning, un experto nadador y submarinista, para las que tienen lugar bajo el agua—, Jack Arnold—director de otras cintas de culto como It Came from Outer Space, Tarantula!, The Incredible Shrinking Man y Monster on the Campus— consiguió captar la fantasía del relato y el tipo de película que tenía entre las manos para dar vida a una que, inmediatamente después de su estreno, se situó a la altura de sus grandes predecesoras. Al igual que estas, sufre del mismo defecto que ellas, que no ha envejecido lo suficientemente bien como para que nos siga aterrorizando —que aquí deberíamos reflexionar sobre si es la peli la que ha envejecido mal, o es que hoy en día ya estamos curados de espanto—, sin embargo, su historia sigue enganchando tanto como en los años cincuenta; además su producción fue innovadora, con las escenas subacuáticas, el hecho de ser rodada en 3D, o, por ejemplo, con los movimientos de las branquias de la criatura en sus primeros planos.

Sin embargo, lo más importante de todo es el impacto cultural que tuvo la criatura —conocida como The Gill Man—, tanto en el cine, como en la literatura, como en los videojuegos, el mundo del cómic o en muchos más ámbitos; por ejemplo, la manera de matar de Pennywise de It, el personaje de Abe Sapien en Hellboy y, sobre todo, la criatura de La Forma del Agua (The Shape of Water), que el propio Guillermo del Toro ha afirmado que era lo que él soñaba ver si el monstruo y el personaje de Julie Adams se enamoraran.

Sin buscarlo demasiado, Universal consiguió crear un monstruo original —no una adaptación como Drácula o La Momia— que se unió al imaginario terrorífico del público, que enseguida lo identifica junto a vampiros, hombres lobo y demás criaturas espeluznantes.

El origen de la Dalia Negra

$
0
0

La historia que paso a explicaros no conduce a grandes momentos de brillantez fílmica ni tampoco a la crónica de alguna gran estrella del Hollywood dorado. Es todo lo contrario, porque tampoco está relacionada directamente con el cine. Su conexión con el tema central de esta bitácora corresponde al contexto geográfico y temporal en que se produjo. También es cierto que, de este trágico caso, se hizo eco la literatura y el cine pero, en su naturaleza primigenia, este es un relato verídico de un suceso criminal especialmente crudo y desagradable.

He tardado largo tiempo en decidirme a escribir sobre ello. He sopesado muchos elementos. Al final he llegado a la conclusión de reseñar únicamente la trayectoria previa al asesinato. Esta es una bitácora que incluye contenidos divulgativos de amplia difusión. Entrar en el campo de la criminología más escabrosa no corresponde al objetivo que intento lograr con este proyecto. Existen artículos en la red con profusión de datos y con crónicas muy extensas del suceso y de los principales sospechosos que llegaron a barajarse por parte de la policía de Los Angeles. Quien desee más información solo debe acudir a sites como CrimeLibrary y allí encontrará lo que busca. Pido disculpas a todos los lectores que esperaban continuar con el resto de la historia en El Cine de Hollywood. Debo reconocer que la naturaleza del suceso me ha persuadido a no continuar con la crónica.

Una de las tradiciones, más enraizadas en las crónicas de Hollywood, alude al nacimiento de una estrella. Y, concretamente, a explicar el momento en que el aspirante a actor o actriz llega por primera vez a Los Angeles con las mayores ansias de triunfo.

Pero Elizabeth Ann Short representa, desgraciadamente, el reverso más negro y bizarro de esos viajes en busca de fortuna. Aunque sus dotes interpretativas no habían sido nunca probadas, la joven estaba seducida por el glamour de la pantalla. Compartía, pues, el deseo que inspiró a muchos jóvenes tras ser cautivados por la fuerza del séptimo arte en las oscuras salas de sus localidades de origen. "Yo puedo estar allí, yo quiero llegar allí", se decían muchos. Pero pronto comprobó que le sería más fácil lograr un trabajo en otros entornos mientras creía que podría encontrar a algún hombre capaz de sacarla del entorno de pobreza que había sufrido desde niña.

Elizabeth había nacido en Boston durante el verano de 1924. Brotó en el seno de una familia numerosa (fue la tercera de cinco hermanas). En los primeros años, las cosas parecían ir bien puesto que el padre tenía un fructífero negocio de construcción de campos de minigolf. Y esa actividad siempre ha tenido un gran predicamento en la región de Nueva Inglaterra.

Pero, como en tantas otras unidades familiares del país, el crack bursátil de 1929 fue absolutamente nocivo. El negocio se hundió rápidamente y el padre, desesperado, tomó la solución fácil. Abandonó su coche en un puente y desapareció. Su madre trasladó la familia a Medford y la educación de las hijas se condicionó a la compatibilidad con trabajos que ayudaran a la economía doméstica. Con el paso de los años, Cleo Short se arrepintió de sus actos y se puso en contacto con su esposa, Phoebe. Se disculpó por lo que había hecho y le rogó que le permitiera volver. Pero Phoebe se negó en rotundo a ese regreso y prefirió seguir pidiendo ayudas gubernamentales y haciendo horas en múltiples trabajos antes que aceptar la vuelta de un marido cobarde.

Pero Elizabeth quiso seguir en contacto con su padre a través de cartas. Saber que ahora vivía en California enalteció sus ansias de reunirse con él en una tierra que parecía seguir teniendo oportunidades para todos. Pero también en esa época tuvo que hacer frente a un problema añadido de salud. Aquejada por unos síntomas de asma cada vez más persistentes, se vio obligada a dejar el instituto. El clima frío de Nueva Inglaterra agravaba su dolencia así que, durante los inviernos, se marchaba a vivir con unos familiares de Florida regresando a Medford cada primavera.

A los 19 años, su padre le envió dinero para que pudiera viajar hasta California y reunirse con él en Vallejo. No estuvieron mucho tiempo en la bahía de San Francisco porque Cleo fue reclamado para otro trabajo en Los Angeles. Los sueños de glorias futuras de Elizabeth empezaron a ser más que evidentes.

Pero Elizabeth carecía de talento artístico y tampoco gustó en exceso a los cazatalentos de las agencias de contratación. Así pues, decidió lograr su propósito a través de otras fórmulas. Como camarera, en varios restaurantes, conocía a clientes que le ofrecían pasar veladas de diversión en la gran ciudad. Cuando Cleo comprobó cual era el rumbo de su vida la echó de casa.


Se trasladó entonces a Santa Barbara donde, el 23 de septiembre de 1943, fue arrestada por conducir en estado de embriaguez siendo aún menor de edad en esa época. El tribunal determinó que debía ser enviada de vuelta con su familia en Medford. Pero no permaneció mucho tiempo en Massachusetts puesto que pronto se marchó a Florida donde conoció al Mayor Matthew Michael Gordon, condecorado piloto de la USAF, que se estaba entrenando para entrar en acción en Extremo Oriente. Al parecer, se trató de un noviazgo muy formal y llegaron a hablar de matrimonio pero, desdichadamente, Gordon murió durante una operación aérea el 10 de agosto de 1945.

Elizabeth continuó en Florida hasta julio de 1946 cuando decidió volver a California para vivir con el teniente Joseph Gordon Fickling en Long Beach. Le había conocido en Florida tiempo atrás y decidió volver a probar suerte. Sin embargo, la convivencia no funcionó y la pareja se disolvió poco después de su llegada.

Elizabeth era una chica inconstante, un producto de una época en que muchas personas padecieron una gran falta de recursos y, por consiguiente, sus aspiraciones y sueños de grandeza las fueron conduciendo a un destino aciago. Sus amigos la describían como una chica dulce, cortés y con pocos vicios. Nunca fumaba y apenas bebía. También la definieron como muy vaga. Era habitual que durmiera durante todo el día para estar lista de cara a la noche donde siempre florecía. Físicamente se la consideraba atractiva y causaba impacto por el contraste entre su piel extremadamente blanca y la melena negra, combinada con unos ojos transparentes de tonalidad verde azulada.  

Le escribía a su madre cada semana asegurando que todo iba bien y que era feliz en su nueva vida. Pero la realidad era bien diferente. Mantenía empleos inestables mientras cambiaba de residencia de forma casi constante. Durante los seis meses que trascurrieron entre julio de 1946 y enero de 1947, frecuentó la vida nocturna a fondo y se desconocen muchas de sus ocupaciones reales. Solo se sabe que entre octubre y noviembre vivió en los Florentine Gardens donde el dueño, Mark Hansen, regentaba un club de striptease de baja categoría. Se supone que Elizabeth trabajó junto a otras chicas que vivían alojadas en el complejo residencial. Entre el 13 de noviembre y el 15 de diciembre vivió en los Chancellor Apartments, ubicados en el 1842 North Cherokee del distrito de Hollywood. Compartió uno de los apartamentos con otras ocho chicas jóvenes que, al igual que ella, trataban de encontrar acomodo en el mundo del show business. Tras la muerte de Elizabeth, las chicas declararon que cada noche salía con hombres diferentes y que lo suyo era divertirse de un local a otro de Hollywood Boulevard.

Todo lo que aconteció en su vida durante esos meses sigue cubierto por un halo ineludible de misterio que aumenta considerablemente el interés del caso. Pero seguir conjeturando sería poco riguroso así que prefiero seguir con la crónica de los hechos.

El 15 de diciembre de 1946, cogió un autobús a San Diego. Allí conoció a Dorothy French, una madre de familia que le ofreció un techo en el que vivir. Esta convivencia duró hasta principios de enero cuando Dorothy le pidió que se marchara. El estilo de vida de Elizabeth siguió pasando factura.

Robert Manley, un agente comercial casado al que también había conocido en San Diego, se ofreció a llevarla en coche hasta Los Angeles. Durante el viaje, Elizabeth le contó que iba a vivir con una de sus hermanas en Berkeley. Manley la dejó en el lobby del Hotel Biltmore donde, supuestamente, debía reunirse con ella. Era el 9 de enero de 1947.

El Biltmore era el mejor hotel del oeste de los Estados Unidos en esa época. Sus más de 1000 habitaciones albergaban cada día un flujo constante de clientes. Parecía el lugar ideal para que una chica con habilidades sociales pudiera encontrar opciones de futuro. Pero de todo ello no se sabe absolutamente nada. Seis días después apareció muerta, de una forma siniestra, en un descampado de South Norton Avenue

Star Wars: Los Últimos Jedi (Star Wars: The Last Jedi, 2017)

$
0
0
Republicación de un artículo original escrito en febrero de 2018.


Star Wars: The Last Jedi... Largo tiempo he pensado en esta esperada película desde que acudí a una sesión en el Phenomena de Barcelona a finales de diciembre. Primero pensé: "hay que escribir sobre ella inmediatamente y dar forma a una crítica que no puede faltar en el site". Sin embargo, poco después me invadió un nuevo pensamiento: "Concédete un segundo visionado, reposa las impresiones iniciales, y vuelve a la carga con los conceptos más firmes". Pues al final, ni segundo visionado ni crítica inmediata.

¿Por qué me ha ocurrido esto? Y quizá más importante, ¿por qué es relevante contarlo en un artículo? La respuesta viene dada por las sensaciones contrapuestas y sentimientos encontrados con los que salí de la sala. Es la primera vez, en toda la saga galáctica, que experimenté perplejidad tras la proyección. Rian Johnson había creado un film que no podía catalogar como óptimo ni como bodrio.

Pasado el tiempo, he decidido que no escribiré una crítica formal de la película, como sí hice con El Despertar de la Fuerza (The Force Awakens, 2015). A mi entender, The Last Jedi no ha discurrido por los cauces habituales de la franquicia y lo que me apetece es volcar una serie de comentarios desenfadados y caóticos sobre una cinta que es un cocktail de aciertos y fracasos. Su legado no se analizará dignamente hasta dentro de unos años, cuando la nueva trilogía sea ya un canon asentado y las contribuciones del film hayan ganado en contexto.

Advierto de SPOILERS si es que hay alguien que todavía no la haya visto.

¿Qué fue de Luke Skywalker?

Contrariamente a lo que opinan muchos fans, la trayectoria de Luke en el film no me parece terrible sino todo lo contrario. Considero que su enfoque es uno de los aciertos del film. Tras fracasar con la Academia Jedi que había creado, Luke se ha exiliado al que fue el primer templo de la orden, en Ach-to, con la intención de apartarse del devenir de la galaxia y desaparecer. Devorado por su propia leyenda, Luke es ahora el reflejo de un terrible fracaso personal que incluso le ha hecho renunciar a sus más profundas convicciones. Hay claroscuros en Star Wars, sus personajes se han vuelto más complejos, y este Luke abatido y derrotado aporta buenas dosis de tensión dramática. Una vez más, los Jedi han demostrado su incapacidad para gestionar el renacimiento del Lado Oscuro y, de nuevo, la familia Skywalker ha sido víctima de esa dualidad moral que está impresa en sus polémicos midiclorianos..

Kylo y Rey

Dos magníficos personajes, creados por Lawrence Kasdan y JJ Abrams, que siguen luciendo espléndidamente. En especial, Kylo o Ben Solo. Lo suyo es una tragedia personal digna de compararse a los protagonistas más torturados de la literatura universal. Se debate constantemente entre ambos lados de la Fuerza, da muestras de principios diversos y demuestra que su tormento emocional es aterrador. Convive con las contradicciones intrínsecas a su linaje y demuestra que no tiene herramientas para manejar su neurosis. Se plantean nuevas oportunidades de poner a prueba sus lealtades y, a pesar de todo, sigue navegando hacia un destino impredecible que está más allá de la redención o la condena. Con él, todo es más complejo e incluso nauseabundo.

Rey, por su parte, sigue buscando también su encaje en la galaxia desde unas posiciones muy firmes. Ella representa el nuevo sentido de la Fuerza, aquél que ya no tiene que ver con linajes familiares ni largos aprendizajes. Su receptividad se basa en puro instinto y está apegada a la Fuerza Viva, aquella que brota de lo más cercano y que no requiere de largas explicaciones metafísicas. Rey siente la Fuerza y hace uso de ella de forma visceral, sorprendiendo y preocupando al mismísimo Luke Skywalker. A buen seguro, desde el averno en el que moran los espíritus Jedi, el maestro Qui-Gon Jinn debe estar satisfecho porque, finalmente, existe una persona que convoca a la Fuerza de forma intuitiva. Tanto tiempo predicando sobre la Fuerza Viva y resulta que la discípula que siempre buscó no apareció hasta casi setenta años después de su fallecimiento en Naboo.

Acción e innovaciones formales

Rian Johnson ha llevado más lejos las innovaciones formales de JJ Abrams en El Despertar de la Fuerza. Son encomiables muchas de sus aportaciones. En concreto, quería destacar los diez segundos de silencio total tras la utilización de la hipervelocidad, por parte de la vicealmirante Holdo (Laura Dern), para destruir el crucero insignia de la Primera Orden.Johnson genera una sensación de vacío brutal que desconcierta al espectador.

También resultan interesantes las tomas cortadas que dan expresión a la Fuerza mientras Luke transmite una de sus lecciones a Rey. De nuevo aparece el concepto de la Fuerza Viva, revelada como nunca antes. 

La conexión telepática entre Rey y Kylo supone otro de los grandes aciertos. Presentada sin subterfugios, con una puesta en escena diáfana y directa, este concepto de la proyección de la Fuerza revela que el conocimiento de la misma va evolucionando y cambiando con el tiempo. Las nuevas generaciones son depositarias de nuevas formas de expresión que lindan con aristas místicas nunca conocidas anteriormente. Eso vale también para la intervención final de Luke, donde asistimos a un momento que, aunque sea muy fan-service, no está carente de músculo narrativo.

En cuanto a la acción, en su mayor parte es excelente. Especial mención al combate que mantienen Kylo y Rey frente a la guardia de Snoke. Absolutamente espectacular!!!

¿Dónde estamos?

Entrar en una saga tan enormemente reverenciada y encumbrada como Star Wars, supone tremendos peajes para aquellos creativos que se atreven a dar el paso. Su trabajo será revisado hasta el milímetro y se juzgará con dureza rapaz cualquiera de sus innovaciones. Lo que ha quedado definitivamente claro es que después de The Last Jedi, muchos analistas han sido desenmascarados. Porque no puedes abominar de El Despertar de la Fuerza, acusándola de excesivo seguidismo a la película que lo empezó todo y también destruir, con inquina y sin matices, la película en la que se introducen cambios importantes de planteamiento y desarrollo. ¿En qué quedamos?

Creo que tenemos que acostumbrarnos a un nuevo concepto en la saga. Los directores y guionistas actuales son respetuosos con el legado pero ya no son cineastas forjados en los años 60 y 70. Su bagaje y referencias son propias de una época diferente y lo demuestran en su forma de rodar y plantear historias. Tienen otros enfoques y aplican más oscuridad a las tramas, más destrucción moral. Y, por supuesto, tienen un sentido del humor diferente que aporta cosas buenas y malas, al igual que ocurrió con sus antecesores. Porque no todo lo pasado fue siempre mejor.

De todas maneras, si eres muy respetuoso y fiel te acusan de plagio y si innovas te consideran un terrorista cinematográfico, un indigente intelectual y un fantoche irreverente. Aquellos que disfrutan masacrando a Star Wars lo harán sea como sea el producto final, les da lo mismo. Por tanto,  que los responsables de cada proyecto traten de consolidar su visión y después analizamos los resultados. Pero no pensemos que clones de George Lucas van a estar al frente de las diferentes producciones. Hay que asumir los cambios. A veces, parece increíble que tras lo ocurrido con las precuelas aún se puedan pensar ciertas cosas...

Grandes desaciertos

Quien haya llegado hasta aquí estará pensando que quien esto escribe es un devoto del Lado Oscuro, aliado de Lucasfilm y a sueldo de Kathleen Kennedy para deshacerse en elogios hacia la nueva trilogía. Pues siento decepcionar a quien piense así porque también hay varias cosas en The Last Jedi que me horripilan.

Canto Bight. Lugar de infausto recuerdo por siempre jamás. Cómo puede ser que Johnson traslade el foco durante bastante tiempo hacia una aventurilla de matinee, protagonizada por Finn (John Boyega) y Rose (Kelly Marie Tran), en un planeta rocambolesco donde asistimos a una puesta en escena que es una mezcla entre el casino de Montecarlo, Cars 2, y Ferdinand, aderezada con toques estilísticos que recuerdan al Batman psicodélico y no apto para daltónicos de Joel Schumacher. 

En Canto Bight se pierde una oportunidad de oro para profundizar en el tono grisáceo y matizado del resto del film. Se podría haber sondeado en los negocios de esos adinerados señores de la guerra que se concentran en el casino. Solo vemos la punta del iceberg, pero allí había un filón que descubría, por primera vez en la saga, como estos recibían dinero de los dos bandos en conflicto. Mientras Democracia y tiranía luchaban, unos potentados se enriquecían facilitando material bélico a diestro y siniestro. Donde muere la ideología, empieza el pragmatismo. Desgraciadamente, la película se encalla en un pasaje excesivamente infantil y ridículo que reduce la tensión del espectador y le expulsa momentáneamente de la trama de Ach-To, donde sí estaban pasando cosas relevantes.

Poe Dameron (Oscar Isaac) no convence. El que tenía que ser el sucesor de Han Solo, dilapida las expectativas y se convierte en una marioneta insulsa. Primero se hace el gracioso en una comunicación risible con el General Hux (Domhnall Gleason) y después parece poseído por el virus de la rabia al iniciar varios conflictos en el crucero de la Resistencia que le degradan a la condición oficial de "metepatas". Lamentable todo aquello que Rian Johnson ha escrito para él y desaprovechamiento total de un gran actor.

La inclusión de Benicio del Toro en el reparto es completamente innecesaria. Un personaje de cartoon trasladado a la gran pantalla sin ningún rasgo interesante. Una profunda decepción que quizá obedece a la constante necesidad de la actual Lucasfilm de moldear un reparto lo más multi-étnico posible.

En cuanto al tema del Líder Supremo Snoke creo que hemos asistido a un malbaratamiento. Teníamos a un buen villano que representaba una amenaza sólida. Su arco narrativo debió haberse extendido más y buscar un clímax en la conclusión de la propuesta. Opino que no conocer su pasado puede ser aceptable desde el punto de la narración pero es paradójico que tengamos tantos minutos de persecuciones intrascendentes en Canto Bight y Snoke caiga de una forma tan fugaz y anticlimática. De nuevo, tengo que volver al principio y reservarme más comentarios hasta el momento que veamos la trilogía completa y comprendamos (o no) la motivación de algunos de los hechos explicados.

Respeto máximo y sentida pena ante el fallecimiento de Carrie Fisher. La gran princesa de la saga ha dejado una huella imborrable en el mundo del celuloide. Su última interpretación es digna de su trayectoria y coherente con todo lo vivido. Ahora bien, ¿era necesario reservarle un "momento Superman" en el que es capaz de regresar al crucero desde el vacío espacial? Este momento que pretendía ser épico no puede ser apreciado por la mayor parte de los seguidores de la saga. Compromete la integridad del personaje de forma grave y resulta totalmente contraproducente. De nuevo, era innecesario llegar a un instante de este tipo y había multitud de formas honorables para presentar a Leia haciendo uso de su conocimiento de la Fuerza. Reservarle un momento CGI flojo donde la suspensión de la incredulidad se tensa demasiado, supone un agujero negro para el film.

En varios momentos, The Last Jedi parece más una conclusión de trilogía que una película puente. Mis mayores reservas hacia la labor de Rian Johnson residen en la convicción de que ha dado rienda suelta a una visión personal de Star Wars (con aciertos y errores), se lo ha pasado en grande rodándola y montándola, y después se ha lavado las manos colosalmente dejando a JJ Abrams con el reto de reconducir y concluir todo aquello que él ha enredado. No se aprecia ningún esfuerzo del director para integrarse en una trama general sino que ha tomado el control de un episodio y tras zarandearlo todo, pasa el testigo a otro que tendrá la misión más difícil: concluir la propuesta sin Carrie Fisher y darle el envoltorio final a un producto que quiere satisfacer a todos en su capítulo definitivo. 

Conclusión

Hasta aquí mis valoraciones sobre este film por el momento. He intentado abordar un estilo diferente en este artículo y me he alargado demasiado, algo que ya suponía. Como decía antes, me gusta ser más formal en las críticas. No me interesa añadir notas de humor en mis comentarios. Defiendo una cierta rigurosidad, por supuesto nada académica, en las críticas de cine pero he cambiado, por esta vez, debido a la desorientación que sufrí tras visionar The Last Jedi. La falta de equilibrio del film me ha trastabillado demasiado. Quizá ha sido por mi adoración hacia Star Wars y, humildemente, por el conocimiento de la saga que he adquirido a lo largo de los años y que incluso se materializó en un libro online que co-escribí hace tiempo: Star Wars - Manual de Supervivencia. En cualquier caso, no quememos las naves. Esperemos al desenlace que están preparando JJ Abrams y Chris Terrio y, sobre todo, veamos la propuesta final desde una visión de conjunto y reposada. Gracias a todos aquellos que me habéis leído hasta el final. Sois unos jodidos héroes.

Richard Jewell (2019)

$
0
0

Richard Jewell es un aspirante a policía que trabaja de guardia de seguridad. Durante las celebraciones de los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, descubre una mochila bomba, desaloja al público y consigue salvar a cientos de personas. Sin embargo, cuando el FBI filtra a la prensa que lo están investigando porque cumple con el perfil de lobo solitario, la vida de Jewell se convierte en un circo mediático y decide pedir ayuda a su amigo Watson, un abogado poco ortodoxo.

Apenas un año después de dirigir y protagoniza Mula (2018), Clint Eastwood estrena nueva película. Richard Jewell se basa en el caso real del protagonista homónimo, cuenta con un libreto escrito por Billy Ray, artesano que ha trabajado tanto para grandes sagas (The Hunger Games) como para títulos más aclamados (Captain Phillips), e iba a ser el proyecto que reuniera a Eastwood y Leonardo DiCaprio después de la interesante J. Edgar (2011). Debido a problemas de agenda, el actor de El Renacido (The Revenant, 2015) declinó protagonizar la película y se dedicó a producirla junto a su amigo Jonah Hill.

Si bien uno de los temas que vertebra la filmografía de Eastwood tras la cámara es el conflicto generacional y las relaciones entre padres e hijos, Richard Jewell puede verse como el cierre a la trilogía que ha dedicado a revisar la figura del héroe en la Norteamérica contemporánea, si bien este tema y la preocupación por la justicia poética ya están presentes en algunos de sus trabajos previos, caso de la magistral El Jinete Pálido (Pale Rider, 1985). Dicha trilogía comenzó con El Francotirador (American Sniper, 2014) y la reconstrucción del personaje de Chris Kyle, el controvertido héroe de las guerras de Irak y Afganistán, y continuó con Sully, en la que un piloto comercial se veía acosado y debía justificar su decisión de amerizar el avión para salvar la vida de los pasajeros.


Richard Jewell es una película sencilla y sin artificios que, como apunta el título, se basa en la construcción de su protagonista, un joven obeso y bonachón que se obsesiona con el cumplimiento de la ley, un tipo noble pero simplón que colecciona armas de fuego, como es habitual en el estado de Georgia. Cuando Jewell, casi por pura casualidad, consigue evitar una masacre, los medios de comunicación lo ensalzan como si fuera el emblema del héroe estadounidense, un ciudadano anónimo “que solo hacía su trabajo y cumplía con su deber”. Sin embargo, los mismos medios no dudan en demonizarlo y acosarlo en cuanto se filtra que el FBI lo considera el principal sospechoso del atentado durante los Juegos Olímpicos, pues se ajusta al perfil de lobo solitario que quiere llamar la atención. La vida del protagonista se convierte en un infierno, pierde cualquier derecho a la intimidad (y eso que la película está ambientada casi veinte años antes de la explosión de las redes sociales) y la única opción que le queda es pedir a un amigo abogado que lo ayude a demostrar su inocencia. Así, la película se desarrolla de forma paralela a Ejecución inminente (True Crime, 1999), solo que esta vez la prensa no busca descubrir la verdad y que se haga justicia, sino difamar y condenar al protagonista.

Los antagonistas son actores secundarios que provienen del mundo televisivo, caso de Olivia Wilde (House) y Jon Hamm (Mad Men) en la piel de una reportera y del agente del FBI que se la tiene jurada a Jewell, mientras que Kathy Bates (Misery) da vida a la sufrida madre del protagonista. Quizá los dos papeles más interesantes sean la pareja de amigos que interpretan Sam Rockwell, un gran actor de reparto que por fin vio reconocido su trabajo con el Oscar por Tres anuncios en las afueras (Three Billboards Outside Ebbing, 2017) y que aquí hace de abogado comprometido y agresivo, y Paul Walter Hauser. Este último es un actor secundario curtido en decenas de películas, por ejemplo Yo, Tonya (I, Tonya, 2017), y aquí interpreta al orondo protagonista, un personaje torpón y bienintencionado que se ve envuelto en un escándalo que lo supera con creces.


Como es habitual, Eastwood narra este calvario del héroe norteamericano con pulso y claridad, sin grandes trucos ni fuegos artificiales. Tan solo se apoya en las conversaciones que mantienen los protagonistas y sus reacciones al desarrollo del escándalo, y además rueda una secuencia vibrante y tensa en la recreación del atentado de Atlanta, que se beneficia de la sencilla banda sonora del cubano Arturo Sandoval (Mula).Richard Jewell cierra la trilogía que el director de San Francisco ha dedicado a revisar la figura del héroe en los Estados Unidos contemporáneos y lo hace con firmeza. Ofrece a los espectadores el retrato de un personaje humano e interesante que pasa del anonimato al infierno mediático, en una historia donde la amistad y la búsqueda de la verdad triunfan contra el sensacionalismo.

El Faro (The Lighthouse, 2019): Mitos empapados de locura

$
0
0


Existe en Japón un tipo de cangrejo llamado heikegani cuyo caparazón posee la impactante forma de un rostro de guerrero japonés. Un recurso tremendamente fértil para el esoterismo. Especialmente, en aquellas zonas donde, por ejemplo, un pescador piensa el mar como espacio bicéfalo. Por un lado, como la fuente de alimento que durante siglos ha dado continuidad a su existencia y a la de su comunidad. Por el otro, como origen de las más espantosas tragedias.

Habitante de las rocas costeras y tocado por extrañas rugosidades en el dorso, este extraño crustáceo saltó a la fama en 1952 a partir de un artículo del británico Julian Huxley para la revista Life, donde, precisamente, servía de base para abordar la selección artificial desde el puro temor al más allá. Una teoría que Carl Sagan recuperó en 1980, en plena era Cosmos. Según Sagan y Huxley, el imponente rostro grabado en la espalda del animal podría haber provocado en los pescadores de antaño un toque de alerta alimentado por la superstición. Y es que el nombre por el que se conoce a los heikegani remite al clan Heike y a su trágica desaparición en el siglo XII, empujado a un suicidio colectivo en las profundidades del mar de Japón tras su derrota en la Batalla de Dannoura. De ahí que, supuestamente, aquellos ejemplares cuyo caparazón presentase una mayor apariencia de guerrero y se prestase con mayor facilidad a la abstracción fantasmagórica fueran devueltos a las rocas.

Poco importa que una de las últimas relecturas sobre el cangrejito de marras venga en forma de refutación. Aunque Joel Martin presentase en 1993 un artículo para la publicación Terra donde aportaba pruebas consistentes contra la hipótesis Huxley-Sagan -las rugosidades corresponden a un tejido muscular prominente y, por su tamaño, estos cangrejos tienen más de aperitivo que de plato estrella para saciar el hambre- es difícil resistirse a la alquimia del cuento.

Nada mejor que las calmadas palabras de Irrfan Khan en el desenlace de La Vida de Pi (Life of Pi, 2012), para salir de este berenjenal: ¿qué versión preferís? ¿la que nutre la leyenda o la que nos devuelve a la realidad? ¿La que alimenta el temor de los pescadores y nos lleva a imaginar una maldición nipona donde los muertos emergen de las aguas? ¿O la que raspa tristemente toda huella de fecundación esotérica?

Segunda película dirigida por Robert Eggers, escrita al alimón con su hermano Max Eggers y producida, viento en popa, por la astuta A24 -responsable de ambiciosos ejercicios de género como A Ghost Story (2017), Under the Silver Lake (2018) y Midsommar (2019)- El Faro parece la propuesta más pertinente del año para desencallar este dilema. Y es que la postura de su director no es tanto la del investigador que analiza y conjetura, como la del pescador que sospecha, se asusta y acaba perdiendo la cabeza.

Creer en el fantástico

Tras desembarcar en un islote frente a las costas de Maine (Nueva Inglaterra), a finales del siglo XIX, un lobo de mar llamado Wake y un aprendiz de wickie llamado Winslow -Willem Dafoe y Robert Pattinson en uno de los duelos interpretativos más brutales hasta la fecha- deberán custodiar un faro durante cuatro semanas de frío, trabajo intenso, frugalidad y solitud.

Filmada en la sugerente comunidad de Cape Forchu (Nueva Escocia) como simulacro marítimo de Maine; con un faro construido especialmente para el set; un acabado visual en blanco y negro firmado por Jarin Blashcke que bebe tanto del expresionismo alemán como de las emulsiones fotográficas de finales del XIX -¡a lo Wilhelm Vogel!- y un ratio cuadrangular en 19:16 -formato previo al famoso 4:3, que pertenece a la etapa de transición del silente al sonoro, con títulos en la memoria como Amanecer (Sunrise, 1927)-; la película contiene una secuencia que conecta a Eggers con todo el esoterismo que pueda cobijar lo dicho: un pequeño cangrejo de roca.


Harto de la rutina y de partirse la espalda en un lugar alejado de la civilización, el personaje de Pattinson es increpado por una gaviota tuerta. Registrado en un plano general y de perfil, desata toda su furia contra el pájaro en una secuencia a caballo entre el gag y la brutalidad, en la que parecen convivir Chaplin y Hitchcock al mismo tiempo. Una decisión clave en la narración que, tras la advertencia del farero que interpreta Dafoe -¡matar gaviotas es signo de mal augurio!-, sirve como punto de inflexión en este cuento de terror marino y como instante de amarre a la leyenda de los heikegani. O a la reflexión final de La Vida de Pi. O a cualquiera de ellas. Leyendas y reflexiones. ¡Elijan las que quieran!

Eggers no disecciona cangrejos. Y poco tiene que ver con Huxley y Sagan. Pero los tres comparten material de estudio. Y es que hay algo en el juego de intrigas y en los elementos que Eggers articula -desde una simple gaviota hasta una estatuilla en forma de sirena- que resitúa la dimensión fantástica de este cuento de terror azotado por la oscuridad de los océanos al mismo nivel que la mirada sorprendida de un pescador japonés. Una mirada contagiada por la superstición. El realizador se entrega a este punto de vista con un rigor sacramental y defiende su isla maldita a capa y espada contra todas las desgracias propagadas por los siete mares. Su isla es un territorio sagrado. Un espacio de veneración donde el Moby Dick de Melville y la inacabada última obra de Allan Poe acaban como Pattinson y Dafoe: emborrachándose juntos en un imaginario marcado por lo feo y lo bizarro, que navega al ritmo de la popular "Doodle let me go". Un espacio donde la camaradería y la dominación no se contradicen, sino que se entremezclan en una misma trampa de langostas. Donde la vigilia es pesadilla y el sueño, escapatoria erótica. Donde el cuento es plegaria y la razón, blasfemia. Donde el mito posee la textura del oro y el logos, el hedor del vómito.

Da igual que, por momentos, El Faro se pase de pretenciosa y acabe extraviada en sus propios excesos. Es lo más parecido a una muestra de cine eterno. Una película donde el cuento es feto y la realidad, aborto. O mejor aún, donde el celuloide busca antes la sensación de lo extraño, el impacto del golpe seco y la luz cegadora de lo inexplicable, que la razón y el cálculo, que la más aburrida y coherente de las asepsias diseñadas como laboratorio de referencias y guiños.

Si en La Bruja (The Witch, 2015) -la espectacular ópera prima de Eggers-, este prometedor cineasta norteamericano se atrevía con imágenes que -en palabras del crítico Jordi Costa- interpelaban el imaginario del espectador como verdaderos “abismos de perturbación”, lo que está claro es que, tras descubrir su nueva obra maestra, Eggers se ha autoproclamado un maestro de la perturbación en sí misma. No sólo se posiciona como imprevisible realizador a quien seguirle las huellas. Se reafirma como firme defensor del cine como experiencia sobrecogedora e inabarcable. Como voluntad casi epigráfica de reconciliar el género con sus propias raíces. Con sus recuerdos de descubrimiento. De extrañeza ante el mundo que nos rodea.

A estas alturas, el dilema propuesto al inicio ha perdido el sentido. Y a Eggers se le ha queda corto. Éste y cualquiera de ellos. Porque la película es, ante todo, un descomunal acto de fe en las aguas arcanas del mito. Y en la locura que empapa a quien se atreve a sumergirse en ellas. Los protagonistas de la función. Pero también nosotros. Los espectadores.

Déjense ahogar por Eggers. Por los bramidos de su torre. Los aullidos de sus irredentos personajes. Redescubran la naturaleza como fuerza dramática. A Dafoe y Pattinson como figuras de proyección ancestral. Al primero, como una suerte de Neptuno orador y al segundo, como Prometeo encadenado. Y podríamos seguir… Pero mejor descúbranlo ustedes mismos. Con sus propias retinas. Con su propia capacidad de sorprenderse. De inquietarse. Y todas las preguntas dejarán de tener sentido. Como un cangrejo acariciando las rocas con mirada samurái.

Jojo Rabbit y el ascenso de Taika Waititi

$
0
0

Por méritos propios, Jojo Rabbit se ha convertido en una de las películas de 2019, ha conquistado al público internacional, cuenta con seis nominaciones a los Oscar, se ha llevado el BAFTA a mejor guion adaptado y, ante todo, ha supuesto la consagración de su director, Taika Waititi.

Este joven maorí de familia judía despuntó en 2004 con el cortometraje Two Cars, One Night, una sencilla historia de amor entre niños neozelandeses que le valió una nominación al Oscar (el corto completo puede verse aquí). En 2007, Waititi dirigió Eagle vs. Shark, una comedia concebida para el lucimiento de su amigo, el humorista Jemaine Clement, a quien volvió a dirigir en varios episodios de la serie Flight of the Concords.

En 2010 estrenó Boy, su primera película como autor completo y uno de sus títulos más personales hasta la fecha. Narra la historia de un niño que, tras la muerte de su madre, vive con sus hermanos y primos entre la pobreza de una reserva maorí. Waititi escribe, dirige y se reserva el papel del padre del protagonista, un expresidiario obsesionado con encontrar un antiguo tesoro. Boy sienta los motivos recurrentes en el cine de Waititi: niños protagonistas que se ven envueltos en circunstancias fuera de su control, padres ausentes, una sátira sobre el racismo y la exclusión social, la defensa de la cultura de los nativos neozelandeses (no en vano, la película mezcla una haka con la música de Michael Jackson) y la combinación equilibrada entre el drama y la comedia absurda, esta última heredada de exponentes británicos como los Monty Python y Rowan Atkinson. Además, Boy supone la primera colaboración entre Waititi con su actriz fetiche, la también maorí Rachel House.


La siguiente película del director kiwi se convirtió en un fenómeno viral y lo acercó al gran público. En 2014, Taika Waititi y Jemaine Clement coescribieron y codirigieron Lo que Hacemos en las Sombras (What We Do in the Shadows), que adapta un corto previo del mismo dúo. Filmada en clave de falso reportaje, la película documenta el día a día de un grupo de vampiros en la Nueva Zelanda actual, sus escapadas nocturnas, los conflictos con los hombres lobo y los problemas de convivencia. Tras pasar por multitud de festivales y muestras de ciencia ficción y terror, acabó estrenándose en el circuito comercial. Tal fue su éxito que ha generado dos series derivadas: Wellington Paranormal (2018), acerca de los policías que investigan los fenómenos sobrenaturales en la capital neozelandesa, y What We Do in the Shadows (2019), la divertida versión estadounidense del documental de vampiros para la que el propio Waititi escribe y dirige varios episodios.


Disney confió en el director kiwi para reflotar la franquicia de Thor, pero le dieron tiempo para que terminase su próxima película. A la Caza de los Ñumanos (Hunt for the Wilderpeople, 2016) cuenta la odisea de Ricky Baker, un problemático niño maorí al que adopta una pareja de granjeros. Como no consigue adaptarse a su nueva familia, Ricky se fuga, se pierde en las montañas y conoce a varios personajes pintorescos mientras le persigue una tenaz representante de los servicios sociales, a la que interpreta Rachel House. Por desgracia, esta maravilla y alocada película apenas se distribuyó en cines.


En Marvel Studios, Waititi se enfrentó a la difícil tarea de insuflar nueva vida a la saga de Thor en solitario. La primera entrega de Kenneth Branagh sentó las bases del conflicto entre el protagonista, su hermano y su padre, pero la segunda fue una película insulsa y vacía. Thor: Ragnarok (2017) adapta con libertad la etapa más celebrada de los cómics del personaje, la escrita y dibujada por Walter Simonson. Retrata a un dios del Trueno que no es más que un niño grande. Aun así, el hijo de Odín ha de afrontar la muerte de su padre y los conflictos que lo separan de sus hermanos. Además, intenta salvar a su pueblo, que se ha visto forzado a exiliarse. En un reparto plagado de caras familiares, Waititi se reserva uno de los papeles más divertidos, el del tontorrón alienígena Korg, y le guarda otro a Rachel House.Thor: Ragnarok es, sin duda, una de las películas más brillantes y personales de las que han salido de la factoría Marvel Studios.

Antes de comprometerse con más superproducciones, Taika Waititi ha adaptado y dirigido Jojo Rabbit (2019). El niño que da título a la película se alista en las juventudes hitlerianas en plena Segunda Guerra Mundial, pero pronto comienza a descubrir las muchas mentiras que el Tercer Reich cuenta sobre los judíos y las atrocidades que comete. Jojo Rabbit despliega la habitual mezcla de tragedia y comedia de las obras de Waititi, recopila los motivos que explora en toda su filmografía (padres ausentes, racismo, niños en situaciones extraordinarias…) y los pasa por el filtro de las sátiras sobre el nazismo, con especiales guiños a El Gran Dictador (The Great Dictator, 1940), Ser o no Ser (To Be or Not to Be, 1942) y Los Productores (The Producers, 1967). Con semejantes ingredientes, la película consigue acercar el estilo de este peculiar director a un público amplísimo. Además, el cineasta se rodea de dos de los mejores actores secundarios del momento, Scarlett Johansson y Sam Rockwell, y se reserva para sí mismo un papel muy especial: la versión de Adolf Hitler que se convierte en el amigo imaginario del niño protagonista.


Mientras cosecha elogios y premios por Jojo Rabbit, Taika Waititi no descansa. Ha dirigido el último e impresionante episodio de The Mandalorian, la primera serie de imagen real del universo Star Wars. Prepara también Thor: Love and Thunder, la adaptación de otro de los cómics más aclamados del personaje, en concreto el protagonizado por una diosa del Trueno. Por fortuna, también tiene suerte de dedicarse a proyectos más pequeños y personales, pues escribe y dirige Next Goal Wins, una película sobre el equipo de fútbol de Samoa, que cuenta con Elisabeth Moss y Michael Fassbender a la cabeza del reparto.

Los premios para Jojo Rabbit suponen el reconocimiento que este director tan peculiar se merece, pues es capaz de reflexionar acerca de temas personales en historias de todo tipo, de traspasar fronteras y dejar atrás prejuicios para buscar las emociones y experiencias que nos unen y humanizan. Es también buen momento para echar la vista atrás y recuperar las joyas que esconde la carrera de Taika Waititi. 

Historias de Hollywood: Kirk Douglas y el nido de cuco

$
0
0

Al recordar Alguien Voló Sobre el Nido de Cuco (One Flew Over the Cuckoo's Nest, 1975), nos viene a la mente, de forma inmediata, la extraordinaria interpretación de Jack Nicholson en el papel del criminal sexual Randle McMurphy. Pero en Hollywood las intrahistorias son siempre interesantes. Veamos lo que ocurrió en este caso...

El legendario Kirk Douglas, mito viviente del cine a los casi 101 años, vivía una etapa de control creativo absoluto a principios de los 60. Había conseguido levantar de la nada el proyecto de Espartaco (Spartacus, 1960), enfrentándose al establishment hollywoodiense al contar con Dalton Trumbo como guionista. Superó también las dificultades sobre el alto presupuesto de la cinta y, finalmente, ofreció un nuevo ejemplo de su poder al despedir al director inicialmente previsto, Anthony Mann, sustituyéndolo por el incipiente y brillante Stanley Kubrick, con el que había trabajado en Senderos de Gloria (Path of Glory, 1957).

El éxito secundaba las acciones de riesgo que tomaba Kirk Douglas en cada momento pero quizá no esperaba que el primer revés le llegara con un proyecto del que se sentía muy seguro. Durante la temporada teatral de 1963-64, Kirk representó en Broadway la adaptación de la novela de Ken Kesey titulada One Flew Over the Cuckoo's Nest. El éxito de la pieza entre el público y la fuerza intrínseca del material le convencieron para intentar convertirla en película.

Sin embargo, los constantes esfuerzos de Kirk chocaron con la voluntad de diversos estudios que rechazaron la propuesta por la contundencia visceral del material. Ante los diversos rechazos, decidió transferir los derechos a su hijo, el joven aspirante a actor Michael Douglas. De alguna manera, pensó que su hijo podría revender los derechos si su carrera no arrancaba, por lo que tendría un cojín de seguridad en sus inicios.

No obstante, Michael no lo consideró así. A medida que fue entrando en el mundo de la televisión, se granjeó contactos, especialmente en United Artists. La compañía fundada por Charles Chaplin, Mary Pickford, Douglas Fairbanks y D.W. Griffith en 1919, pasaba una época de indecisión y malos resultados. Necesitaba una película que impactase y, en el contexto en el que se encontraba, una historia desgarradora que transcurre en una siniestra institución psiquiátrica no les asustaba. Eran conscientes que solo con una película exigente saldrían del ostracismo que sufrían.


Así pues, United Artists apostó sin fisuras por una historia donde se visualizaban terapias psiquiátricas extremas como el electroshock e incluso la lobotomía. Veían a alguien de la nueva generación hollywoodiense al mando de la producción y su entusiasmo se contagió entre los ejecutivos. Además, Douglas incorporó a un productor experto como era Saul Zaentz y juntos edificaron las bases de una película que los guionistas Lawrence Hauben y Bo Goldman y el director, Milos Forman, acabaron de ensamblar.

La noticia triste para Kirk Douglas fue que, en 1974, contaba ya con cincuenta y ocho años. Era demasiado mayor para interpretar a McMurphy. Se necesitaba a alguien más joven y rompedor. Es entonces cuando entró en escena Jack Nicholson, quien fue recomendado por Hal Ashby durante la época en que éste consideró el puesto de dirección.

Michael Douglas complementó el casting con la presencia de su amigo Danny De Vito y especialmente con el fichaje de Louise Fletcher para el papel de la enfermera Ratched. El film se estrenó en 1975 y fue un éxito rotundo. La recaudación de la época ascendió a 109 millones de dólares sobre un presupuesto de 4,4.

Y en la gala de los Oscar de 1976, la película se alzó con los cinco galardones más importantes: película, dirección, interpretación masculina principal, interpretación femenina protagonista, y guión. Desde 1934 con Sucedió una Noche (It Happened One Night), no se había visto nada parecido en los Oscar.

La decepción personal de Kirk fue grande pero fue compensada por la satisfacción de ver a su hijo alzando una estatuilla y, al mismo tiempo, preparando el trampolín para su éxito como actor en los años subsiguientes.

La historia de Florence Lawrence (I)

$
0
0

Entre las célebres tumbas que pueblan el Hollywood Forever Cemetery se encuentra una lápida, a ras de hierba, en la que se puede leer: 

FLORENCE LAWRENCE
"THE BIOGRAPH GIRL"
THE FIRST MOVIE STAR
1890-1938

Hasta 1991, dicha lápida permaneció sin identificación. Fue en ese año cuando un actor británico que quiere mantener su anonimato, puso el dinero para que una nueva placa identificara los restos que allí reposan. Sin duda alguna, lo que se pretendía era reivindicar la figura de una actriz que abrió camino y sin la cual no podríamos entender la historia del cine en sus inicios ni el subsiguiente estrellato de intérpretes como Mary Pickford, Lillian Gish o Clara Bow.

Poca gente sabe que en los primeros tiempos del séptimo arte, los actores del cine mudo no eran acreditados ni al inicio ni al final de las películas. La razón, como casi siempre, era estrictamente económica. Para los productores poner el nombre de los intérpretes hubiera supuesto pagarles más y reducir, por consiguiente, las ganancias de los inversores y la consolidación de la industria.

No obstante, eso no fue un obstáculo para la primera gran estrella femenina del celuloide. Hija de una familia desestructurada, tuvo la oportunidad de seguir los pasos de su madre como actriz infantil de vodevil y, con el paso de los años, fue pasando de las ferias locales a escenarios más establecidos. 

Florence Bridgwood había nacido en Hamilton (Canadá), pero muy pronto todo se vino abajo cuando el padre abandonó el domicilio familiar, sumiéndolas en la más absoluta pobreza. Ella y su madre tuvieron que asumir una vida nómada en Estados Unidos hasta que decidieron trasladarse a Nueva York, donde crecía con fuerza la industria cinematográfica. En 1906, ya había adoptado el nombre artístico de Florence Lawrence, el mismo que distinguió a su madre durante años en el teatro de vodevil.

Su primer contrato lo obtuvo con la compañía del reputado inventor Thomas Alba Edison. Allí interpretó a la hija del explorador Daniel Boone. Posteriormente, pasó a Vitagraph Studios participando en más de 40 películas durante 1907. Su trabajo llamó la atención del estudio más importante del momento que, además, tenía en nómina a un gran pionero de la industria llamado David W. Griffith. Bajo las órdenes de Griffith, Florence interpretó un ramillete de personajes, ubicados en todas las épocas posibles, y su buen hacer despertó la admiración de un público incipiente que deseaba conocer la identidad de la bella actriz. El estudio seguía los mandatos de la industria y se negó una y otra vez a hacer público el nombre de su estrella a pesar de que sus oficinas se inundaban de cartas de fans demandando más información. Así fue como, poco a poco, se la fue conociendo como "The Biograph Girl". 


The Country Doctor (1909) fue escrita y dirigida por D. W. Griffith. Florence Lawrence y Frank Powell dan vida al matrimonio Harcourt, quienes viven una feliz existencia hasta que su hijita cae enferma. Pero el buen doctor tendrá que debatirse moralmente cuando otra niña de una casa cercana es víctima de la fatalidad. Una auténtica tragedia en la que podemos ver también a Mary Pickford, dando vida a la hermana mayor de la vecina enferma.

Florence no era ajena al éxito que estaba teniendo entre el público y trató siempre de explotar su potencial. Consiguió que en Biograph le pagaran el por entonces astronómico sueldo de 25 dólares por semana pero, tras dos años en los que apareció en más de 100 películas, la compañía decidió prescindir de ella cuando supo que Florence se reunía con otros estudios en busca de mejores contratos.

Un despido no acabaría con la carrera de la primera gran estrella del cine. Carl Laemmle, futuro fundador de Universal Studios, era considerado un outsider de la industria en 1909 porque había fundado una nueva compañía que a su vez había absorbido la Edison Trust, poniendo en peligro al anquilosado sistema que estaba rigiendo el negocio del cine en Nueva York.Laemmle fichó a Florence para su Independent Moving Pictures y planeó una campaña para sacar partido comercial de tan rotunda incorporación.

Laemmle vendió a los periódicos la historia que "The Biograph Girl" había muerto tras ser atropellada por un automóvil. Después publicó el desmentimiento de la noticia en un boletín de la industria y aprovechó para acusar a sus rivales de explotación y de no tener ningún tipo de ética en cuanto a reglamentación laboral. Él les había arrebatado a su creación y además la presentaría en sociedad durante un acto público en St. Louis que serviría también para promocionar el primer film de Lawrence con la IMP.

El acto en St. Louis fue atronador teniendo en cuenta el alcance y repercusión que el cine tenía por aquel entonces. En la estación de la ciudad de Missouri esperaban a Florence cientos de fans que querían ver a su idolatrada estrella de la pantalla plateada. La propia actriz casi llegó a desvanecerse ante similar expectación y declaró que nunca pensaba que su trabajo pudiera suscitar tal admiración. Había nacido la primera estrella de la historia del cine.


Continúa en:

La historia de Florence Lawrence (II)

La historia de Florence Lawrence (II)

$
0
0

Con su nombre publicitado en las pantallas, Florence Lawrence realizó 50 películas con IMP en 1910. Después se marchó a la Lubin Manufacturing Company hasta que puso en marcha su propia empresa, Victor Film Company, bajo el paraguas de la recientemente creada Universal Studios de Carl Laemmle.

Desgraciadamente, el infortunio se cebó con ella en 1915. Durante el rodaje de un incendio para Pawns of Destiny, Lawrence sufrió quemaduras graves y una dura caída que le provocó la fractura de varias vértebras. Las secuelas físicas marcaron un antes y un después en su carrera. Culpaba a su marido, el actor y director Harry Solter, de haberla empujado a realizar ella misma la peligrosa escena. La mala relación consiguiente acabó en divorcio.

Universal se negó a pagar sus facturas médicas y la necesidad de seguir trabajando topaba con sus múltiples dolencias físicas que muchas veces causaban desvanecimientos durante las filmaciones. En 1916 volvió a trabajar para Universal pero el esfuerzo realizado la sumió en una parálisis que duró cuatro meses. En esa época, el cine se estaba expandiendo extraordinariamente gracias al trabajo brillante y continuado de Charles Chaplin, Mary Pickford (a quien ella misma recomendó para que la sucediera en la IMP), Douglas Fairbanks y Buster Keaton estaban conquistando al público y las audiencias pronto empezaron a olvidar a Florence Lawrence. 

En 1921, viajó por primera vez a Hollywood puesto que toda su carrera anterior se había desarrollado en la costa Este. Desde que Cecil B. De Mille se había trasladado a la dorada California, la región de Los Angeles estaba capitalizando, cada vez más, la producción cinematográfica estadounidense. Allí había más horas de Sol, mayor diversidad paisajística y, además, un nuevo entorno mucho menos rígido que el que imperaba en la industria neoyorkina. El auténtico espíritu emprendedor ganaba enteros en Hollywood y pronto ese distrito angelino se auparía como dominador de la industria.

Sin embargo, a Florence Lawrence no le fue mejor en el Oeste. Consiguió pocos papeles, en muchas ocasiones no acreditados. Junto a su segundo marido, el vendedor de automóviles Charles Byrne Woodring, puso en marcha Hollywood Cosmetics, un negocio que pareció arrancar bien puesto que estaba orientado a la comercialización de maquillaje fílmico, además de contener una línea de productos diseñados por la propia Florence, pero tampoco acabó siendo una aventura empresarial sólida y tuvo que cerrar en 1931.

A finales de los años 20, los reveses fueron constantes para Florence. Su querida madre murió súbitamente, perdió un gran cantidad de dinero en el crack financiero de Wall Street y las cuentas negativas de la tienda de cosmética se pulieron prácticamente todo lo que había ganado durante su carrera. Además, su matrimonio con Woodring también llegó a su final.

Su vida en Los Angeles se convirtió en un constante deambular por pequeñas viviendas de alquiler que pudiera pagar con los pequeños papeles no acreditados que le ofrecían en los primeros años del sonoro. En uno de estos cambios de domicilio conoció a Henry Bolton, con el que celebró su tercera boda. Bolton era un maltratador y un alcohólico y la unión solo duró cinco meses.

A partir de 1936, Florence pudo firmar contrato con la Metro Goldwyn Mayer a cambio de un sueldo de 75 dólares a la semana. Louis B Mayer, sintiéndose caritativo, decidió contratar a viejas glorias del cine mudo a cambio de pequeños papeles de relleno en algunas de las producciones de la casa.

Desgraciadamente, pasar de la primera línea al cuasi olvido conlleva graves secuelas psicológicas en personalidades inseguras. El camino de degeneración anímica de Lawrence acabó siendo uno de los primeros "sueños rotos" de Hollywood.

Tampoco ayudó la aparición de una incipiente enfermedad ósea que agrandó su depresión. A finales de 1938, compartía una vivienda en West Hollywood con un trabajador de MGM y su hermana. El día 28 de diciembre llamó al estudio para informar que no iría a trabajar por enfermedad. En realidad, había decidido cual iba a ser su plan maestro. Dejó una nota de despedida muy cordial para su compañero de piso, Bob Brinlow, y se suicidó ingiriendo jarabe para la tos y veneno para hormigas.

Florence Lawrence fue la primera gran estrella del celuloide por su enorme desparpajo, por ser capaz de trascender la pantalla con su gran gestualidad, en una época de enorme hieratismo. Su carisma rompió la rigidez interpretativa y conectó, de forma inusitada, con un público ávido de ídolos. Su fin temprano no puede empañar el enorme legado que dejó en los orígenes del séptimo arte.


Precedido por:

- La historia de Florence Lawrence (I)

La epopeya de la Bounty

$
0
0

En la historia de la navegación marítima ha habido un gran número de motines pero ninguno tan conocido como el de la Bounty.

Los hechos que acontecieron a bordo del barco británico en 1789 han sido conocidos especialmente gracias a las diversas versiones cinematográficas que se han ido produciendo con los años.

Las razones reales que llevaron a parte de la tripulación a amotinarse siguen siendo confusas. Hay diversas fuentes que siguen indicando que William Bligh no era especialmente duro con sus subordinados y en muchas crónicas históricas se le describe como un hombre noble y justo. Pero está claro que hubo un fuerte enfrentamiento a bordo de ese navío y lo que aconteció cambió las vidas de todos sus protagonistas.

Tras ser adquirido por la Marina Real, el carguero Bounty fue el escogido para una importante misión que tenía por objetivo viajar a Tahití para conseguir el mayor número de ejemplares de la planta del pan. Estos frutos serían llevados a las Indias Occidentales donde se plantarían para que, con el tiempo, se convirtieran en fuente de alimento barato para los esclavos de las colonias.

El almirantazgo escogió como capitán de la misión al teniente de navío William Bligh, un oficial de 33 años que atesoraba una considerable experiencia en misiones en el Pacífico. No en vano fue miembro de la tripulación del tercer y último viaje del legendario Capitán James Cook a bordo del Resolution (1776-1779). Cuando Cook fue asesinado por los nativos de Hawai, Bligh fue uno de los oficiales que colaboró con el nuevo capitán, John Gore, hasta la conclusión de la expedición.

En los años posteriores como máximo responsable del mando de diversos buques, Bligh había demostrado una gran capacidad y contaba con la confianza de los lores del almirantazgo. No resultó extraño, pues, que se le encomendara la expedición a Tahití que empezó a prepararse en verano de 1787 partiendo del muelle de Spithead, en Hampshire (Inglaterra), el 23 de diciembre del mismo año.

Bligh conocía al joven Fletcher Christian (23 años) y ya había navegado con él. Por todo ello le recomendó para que aceptaran su inclusión en la oficialidad del barco. El itinerario previsto incluía doblar el Cabo de Hornos pero, después de pasar todo un mes intentándolo, el mal tiempo acabó persuadiendo a Bligh para cambiar la ruta y dirigirse al Cabo de Buena Esperanza. Desde allí se adentraron en el Océano Índico, atravesando Indonesia y entrando en el Pacífico hasta Tahití.

Este duro viaje puso a prueba la relación entre Bligh y el primer oficial, John Fryer. La situación llegó hasta tal punto que Bligh decidió degradar a Fryer y poner a Christian en su lugar. Curiosamente, más adelante, sería el propio Christian quien llevaría sus discrepancias con el Capitán a un punto límite.

Finalmente, tras diez meses de periplo, la Bounty llegó a Tahití el 26 de octubre de 1788. Allí empezó la tarea de recolectar las plantas del fruto del pan y empezar a trasladarlas al navío en el espacio que se había previsto para ello. Durante los cinco meses de estancia en Tahití, la tripulación trasplantó 1015 plantas. El CapitánBligh permitió que, durante todo ese tiempo, sus hombres confraternizaran libremente con los nativos y residieran en la isla. Muchos de ellos mantuvieron relaciones con las jóvenes de la isla y el propio Fletcher Christian acabó casándose con una de ellas, cuyo nombre era Maimiti. El paraíso en el que vivió la tripulación de la Bounty durante aquellos meses causó estragos en muchos de ellos cuando vieron que tarde o temprano deberían regresar a las inclemencias de la vida en el mar. Tres de ellos decidieron cometer la imprudencia de la deserción siendo rápidamente apresados y castigados duramente. En este punto, hay que prestar una especial atención puesto que el código de la época establecía que a todos los desertores se les debía colgar. Sin embargo, William Bligh decidió que siguieran con vida y el castigo que se les aplicó fue el del azotamiento en cubierta.

Pero aquel escarmiento ante toda la tripulación fue interpretado por algunos como una humillación más que el Capitán Bligh infligía a una tripulación que había sufrido mucho desde que el barco zarpó de Inglaterra. Otros motivos más debieron confluir en ello. Seguramente a los marineros les faltaba la madurez suficiente para asumir su responsabilidad y quizá el mismo Fletcher Christian pecaba de ese mismo defecto.

Sea como fuere, la Bounty abandonó Tahití el 4 de abril de 1789. La tensión debió crecer enormemente durante aquellas semanas porque el 28 de abril, estando el navío a 1300 millas de Tahití (cerca de Tonga), una parte de la tripulación se amotinó y su líder no era otro que el segundo al mando, Fletcher Christian.

Hacía poco que había amanecido y Christian y sus acólitos bajaron a las dependencias del capitán, le despertaron y le condujeron a la cubierta. Cuando Bligh pidió explicaciones a Christian y le pidió que reconsiderara la decisión, éste sólo respondió: "I'm in hell, I'm in hell..."

Del total de miembros de la tripulación, 19 se unieron al motín, 2 se mantuvieron neutrales y 22 permanecieron leales al capitán. Christian ordenó que se dejara a Bligh y sus partidarios en el bote del barco donde sólo cabían 18. Hubo algunos marineros leales que tuvieron que permanecer en la Bounty a pesar de estar disconformes con el motín. Bligh contó con el apoyo del antiguo segundo de a bordo, John Fryer. Christian les facilitó un sextante para que pudieran orientarse y dirigirse a un puerto seguro.

Sin embargo, los frutos del pan fueron lanzados al mar ante la desesperada mirada del capitán derrocado, en una imagen que varios artistas han recreado a lo largo de los años sobre el lienzo.


Christian puso rumbo de nuevo a Tahití pero una vez allí su objetivo de eludir la persecución de la Marina Real cristalizó en poder encontrar una isla que no estuviera en las cartas, un paraje inexplorado donde los británicos no pudieran localizarles.



El lugar idóneo resultó ser la pequeña isla de Pitcairn, en el centro del Pacífico sur. Pitcairn estaba mal situada en las cartas de navegación y su paradero exacto distaba mucho de su localización real. Christian tuvo la suerte de localizarla en enero de 1790. Allí desembarcaron e incendiaron la Bounty para que no quedaran rastros que pudieran ser avistados por la Marina Real. Pero en Pitcairn, los amotinados y los nativos tahitianos que se añadieron a ellos no hallaron tampoco la paz. Con el tiempo, estallaron rencillas entre ellos y en 1793 se desencadenó una rebelión en la isla que acabó con la muerte de varios de los miembros de la tripulación de la extinta Bounty. Fletcher Christian fue una de las víctimas de esos enfrentamientos aunque la información sobre todo ello es muy confusa.

Lo que sí está documentado fue que en 1808 el navío Topaz llegó a Pitcairn y sólo uno de los amotinados seguía con vida, John Adams. También encontraron a Maimiti y su hijo, ocho mujeres más, y unos cuantos niños que eran hijos de los miembros de la tripulación de la Bounty que habían ido desapareciendo a lo largo del tiempo víctima de las propias disputas entre ellos. John Adams fue perdonado de sus actos e incluso la capital de la isla fue bautizada con su nombre.

En cuanto a Fletcher Christian, a pesar de que oficialmente había muerto durante los enfrentamientos de 1793, se siguieron difundiendo otras leyendas que incluso le situaban en Inglaterra donde había conseguido regresar con otra identidad. Sea lo que fuere, sus descendientes se convirtieron en una familia de referencia en Pitcairn y en las islas Norfolk donde se fueron expandiendo. Incluso hoy, hay mucha gente con el apellido Christian en aquellos parajes. El lugar donde el navío fue quemado se conoce como la Bounty Bay y sus restos fueron descubiertos en 1957 por el submarinista Luis Marden.

William Bligh, por su parte, protagonizó un épico retorno a Inglaterra sobreviviendo a una muerte casi segura en aquel bote en el que fueron abandonados en pleno Océano Pacífico. Fue capaz de encontrar la dirección correcta y navegaron más de 6000 kilómetros durante 41 días hasta llegar al puerto de Kupang (en la por entonces colonia holandesa de Timor) donde fueron recogidos y trasladados posteriormente a Inglaterra. Sólo uno de los que estaban en el bote murió en la travesía. John Norton fue apedreado hasta la muerte en un encuentro poco amigable con los nativos de Tofua.

Bligh fue exonerado de su responsabilidad en la pérdida de la Bounty y se le encomendaron nuevas misiones en las que siguió probando su sobrada pericia como navegante. Tras una brillante carrera, murió en Londres en 1817, a los 63 años de edad.

Misterio, orgullo, deshonor, valentía, muchos conceptos se mezclan en esta apasionante historia. No era extraño que el cine le sacara partido en varias épocas marcando diferencias muy considerables en la aproximación a la historia. Pero eso lo trataré en el próximo artículo.

Muerte de un mafioso en Beverly Hills: el caso Stompanato

$
0
0

En 1958, Lana Turner era una de las actrices más famosas de Hollywood. Mantenía su consideración de estrella pero era evidente que estaba empezando a vivir su declive artístico. Johnny Stompanato era un rufián, un matón de medio pelo, que estaba a las órdenes del legendario Mickey Cohen, jefe mafioso judío que estableció sus negocios en Los Angeles desde los años 30 hasta finales de los 60.

Turner y Stompanato eran las dos caras de la moneda, pero quiso el cruel destino que sus caminos se cruzaran hasta llegar a una conclusión que ocupa un puesto destacado dentro de lo que podríamos denominar la crónica negra de Hollywood.

Lana Turner había conocido a Johnny Stompanato en la primavera de 1957, poco después de separarse de su cuarto marido, el también actor Lex Barker (conocido por dar vida a Tarzán en unas cuantas películas).

Stompanato era un italoamericano, de nombre rimbombante, que había combatido en el teatro de operaciones del Pacífico durante la guerra y que, tras una estancia turbia en China, regresó a Estados Unidos afincándose en Los Angeles. Allí entró en contacto con la mafia local y pronto se convirtió en el guardaespaldas preferido de Mickey Cohen. En una fiesta de celebridades, organizada por Cohen, Stompanato encandiló a Turner con su encanto italiano y con su aspecto de galán de serie B.

Iniciaron una relación tormentosa marcada siempre por los enfrentamientos, los celos, y los malos tratos físicos. En otoño de 1957 se produjo una de las anécdotas que explica mejor cómo era "Johnny Stomp". Fue en el set de rodaje de la película Another Time, Another Place, que Turner protagonizaba junto a un joven Sean Connery. La película se filmaba en Inglaterra.

La cuestión es que Stompanato, dominado por los celos y creyendo que Turner estaba teniendo una aventura con Connery, irrumpió de forma violenta en el set amenazando con una pistola. Connery no se amedrentó y le propinó un fuerte puñetazo en la mandíbula apoderándose del arma. El ridículo que protagonizó el matón fue espectacular y pocos días después fue expulsado de Inglaterra.

Las situaciones conflictivas y de tensión continuaron pero Lana Turner no consiguió distanciarse de él. Todo se encaminaba hacia un final trágico que finalmente se produjo la noche del 4 de abril de 1958 en la mansión de la actriz en Beverly Hills. La pareja tuvo el enésimo de sus enfrentamientos. La hija adolescente de Lana, Cheryl Crane, temió por la seguridad de su madre y, según la versión oficial, apuñaló por la espalda a Stompanato utilizando un cuchillo de cocina.

La muerte de Stompanato en la casa de una gran estrella del celuloide provocó una conmoción mediática en Los Angeles. En la vista judicial posterior, la audiencia consideró que se había tratado de un homicidio justificado y absolvió a Cheryl. En la corte, Lana Turner prestó una emotiva declaración que muchos consideraron como la mejor interpretación de su carrera. Mickey Cohen corrió con los gastos de los abogados que representaron los intereses de la familia Stompanato y, al ser desestimada su demanda, se hizo cargo de las costas del juicio. La familia pretendía sacarle a Turner siete millones de dólares en concepto de indemnización pero el juez desestimó la causa.

Obviamente, se ha teorizado sobre lo que pudo ocurrir aquella noche desde el mismo momento en que se produjo el homicidio. Muchos creyeron que fue Lana Turner quien despachó a "Johnny Stomp". Según esta hipótesis, se le habría aconsejado a Turner que hiciera ver que su hija había sido la autora del apuñalamiento. Al ser menor, habría afrontado un castigo muy leve. La cuestión es que no se hallaron evidencias físicas que demostraran esta aseveración.

En LA Confidential, el personaje de Stompanato es bastante relevante en la trama. En la novela de James Ellroy se le llega a colocar como uno de los autores de "la Matanza del Búho", una orgía criminal que supone el punto de partida de la investigación que se desarrolla con posterioridad. En la película, a "Stomp" no se le llega a ver en esta situación aunque se le reserva una divertida escena en la que está tomando una copa con Lana Turner cuando es abordado por Ed Exley (Guy Pearce) y Jack Vincennes (Kevin Spacey).

Forajidos de leyenda: Jesse James (I)

$
0
0
La vida de Jesse James fue una auténtica epopeya. No es de extrañar que el cine haya hecho multitud de films en los que su figura es protagonista o colateral.

Jesse Woodson James nació en el condado de Clay (Missouri) en 1847. Su padre, Robert S. James, era un próspero granjero y sacerdote baptista. Precisamente, en su condición de asesor espiritual, se desplazó a California durante los años posteriores a la Fiebre del Oro para prestar apoyo a los buscadores pero lo que encontró allí fue la muerte, acaecida en 1850.




Su madre volvió a casarse en dos ocasiones más pero la familia siguió viviendo en la granja del condado de Clay, la cual disponía de una extensión muy grande de explotación para lo cual contaban con un buen número de esclavos. La vida que conocieron Jesse y sus hermanos fue la clásica de una hacienda del sur, con la institución de la esclavitud muy consolidada y, por consiguiente, con grandes rendimientos de capital que se vieron amenazados cuando el poderoso norte preconizaba ideales de emancipación.

El estado de Missouri tenía en esa época una posición compleja. En primer lugar, era un estado fronterizo en el que convivían abolicionistas y esclavistas aunque el 75% de la población procedía del sur. En el caso del condado de Clay la influencia del estilo de vida sureño era tan grande que se la conocía como "Little Dixie". Hasta allí habían emigrado un gran número de campesinos sureños que ya traían a sus propios esclavos a las nuevas tierras. Ese había sido también el caso del padre de los James que había llegado desde Kentucky con todo lo necesario. Así pues, Clay era el condado con más presencia de esclavos (un 25% de la población, mientras que en el global de Missouri no se llegaba al 10%).

En este contexto, no fue extraño que los hermanos James tuvieran claro a qué bando prestar sus servicios cuando empezó la Guerra Civil en 1861. Pero en los estados del medio oeste como Missouri, la guerra se vivió de forma diferente a la que se estableció en los territorios cercanos al Atlántico. En el midwest no se movilizaron regimientos, ni hubo alistamiento oficial. En estos territorios interiores fue la guerrilla la que tomó el mando en ambos bandos.

El hermano mayor, Frank James, fue el primero en unirse a diferentes grupos guerrilleros secesionistas conocidos con el nombre de bushwackers. Estos grupos operaban como escuadrones de asalto que realizaban escaramuzas y redadas en pueblos haciendo pagar su ira casi siempre sobre la población civil. En ocasiones, entraban en lucha con las milicias unionistas conocidas como jayhawkers que, a su vez, realizaban sus ataques contra aquellas comunidades que se habían declarado abiertamente adeptas a la causa sureña.


En 1863, Frank se unió al grupo quizá más conocido de bushwackers, el que comandaba el cruel e implacable William C. Quantrill. Se cree que Frank formaba parte del pelotón de Quantrill que cometió la matanza de Lawrence (Kansas), un ataque brutal contra un pueblo de abolicionistas que se saldó con 200 muertos. Quizá el mayor de los James se sintió destrozado después de tal acto de bestialidad o quizá le ofrecieron más dinero en otro sitio porque fue cambiando de guerrilla hasta que, formando parte del grupo de Fletch Taylor, consiguió que su hermano Jesse se uniera a ellos contando con 16 años de edad. Cuando Taylor quedó seriamente herido tras uno de sus asaltos, los hermanos se unieron al grupo de "Bloody Bill" Anderson participando en una serie de acciones, a cual más sanguinaria, incluyendo la emboscada a un grupo de tropas de la Unión que se saldó con la ejecución de más de 100 soldados del norte.

William C. Quantrill

Tras la muerte de Anderson, los hermanos se separaron. Frank volvió con Quantrill mientras que Jesse se incorporó al pelotón de Archie Clement en Texas. Cuando la guerra acabó en 1865, Jesse había sido herido en el pecho al menos en dos ocasiones. Mientras se recuperaba de sus heridas en la casa de huéspedes de su tío, fue atendido por su prima Zerelda "Zee" Mimms con la cual, a pesar del parentesco familiar que les unía, inició una relación que duraría durante el resto de su vida.

En esa época de postguerra, las guerrillas se habían reconvertido en bandas criminales que se dedicaban a robar bancos y cajas acorazadas de trenes, al mismo tiempo que mantenían ataques aislados contra las autoridades del gobierno federal. Los hermanos James, que habían seguido manteniendo contactos con líderes de varias bandas, vieron en el modo de vida de forajido su futuro y consideraron que la vida de granjero, sin esclavos y con cada vez más impuestos federales, nunca les proporcionaría lo que querían. Y es que después de haber cruzado la línea de lo moralmente aceptable durante la guerra, no resulta difícil imaginar que para estos hombres ya no existían valores de vida convencionales. Veían en los bancos, en las instituciones, un reflejo de una administración que les había vencido y que ahora había ocupado el sur destruyendo su modo de vida y sus tradiciones.

Tras unos años en que no está confirmada su participación en diferentes asaltos, se puede afirmar que en 1868 los hermanos James pasaron a formar parte de la banda de otro forajido de leyenda, Cole Younger.

El primer robo documentado que se atribuye a Jesse James fue el del banco de Daviess county en Gallatin (Missouri) durante el mes de diciembre de 1869. No había una gran cantidad de dinero de la cual apropiarse aunque lo que fue más reseñado, por la prensa de la época, resultó ser el asesinato del cajero principal, el capitán John Sheets, a quien Jesse James ejecutó al creer que se trataba de Samuel P. Cox, el hombre que había acabado con "Bloody Bill" Anderson unos años antes.



Con el primer acto documentado de la carrera de forajido de Jesse James, concluye este capítulo... 

Forajidos de leyenda: Jesse James (II)

$
0
0


Con su primer gran golpe, Jesse James pasó a engrosar la lista de los forajidos más buscados. El Gobernador de Missouri, Thomas T. Crittenden, estableció la primera recompensa por su captura aunque la amistad de James con el editor del Kansas City Times, John Newman Edwards, permitía que este periódico le presentara como un héroe que defendía los valores secesionistas ante la opresión del gobierno federal. 



A los James ya les iba bien esta propaganda política que encubría la que era, en esos momentos, su finalidad principal: robar y requisar todo lo posible para ellos mismos. La época de las grandes causas políticas había terminado.

Formando banda con los hermanos Younger perpetraron uan gran cantidad de asaltos y robos a lo largo y ancho de una amplísima zona geográfica que iba desde West Virginia a Kansas y de Texas a Iowa. Asaltaron bancos, diligencias, y ferias de ganado. Allí donde había dinero en movimiento acudían como auténticos buitres. No suponía un freno para ellos que fueran lugares concurridos, sentían una emoción especial al realizar sus robos con público.

A partir de 1873, empezaron a robar en trenes siendo el más famoso de ellos el que perpetraron en Adair (Iowa) cuando asaltaron el Rock Island llevandose un botín de unos 50000 dólares actuales. Mientras tanto Edwards seguía glosando los actos de la banda calificándolos de auténticos luchadores contra el centralismo federal.

Los actos de la banda James-Younger precipitaron que entrara en acción la recientemente creada agencia de detectives Pinkerton que, contratada por gran parte de las víctimas de los asaltos, empezó una lucha sin cuartel contra la banda. Pero Alan Pinkerton y sus hombres eran investigadores de ciudad. Cuando se desplazaron a Missouri se encontraron con dificultades a la hora de cubrir terreno y, además, comprobaron que la mayor parte de la población civil protegía a los James y no daba ningún tipo de información. Es por ello que, en su intento de amedrentarlos y hacerlos salir de sus escondites, se dispusieron a incendiar la granja familiar. En su redada, el hermanastro menor de los James, Archie, y su madre resultaron heridos. Obvia decir que no consiguieron el objetivo que esperaban y su acción sólo sirvió para que la población simpatizara aún más con la banda de forajidos.

Pero el periplo criminal de la banda llegó a su fin el 7 de septiembre de 1876 cuando decidieron asaltar el First National Bank de Northfield (Minnesota). El robo se complicó cuando el cajero y su ayudante decidieron no colaborar y el resto del pueblo dio la alarma sospechando de los hombres que vigilaban en el exterior. Al final, con la llegada de la milicia del estado, se estableció un tiroteo del que sólo escaparon los hermanos James. Los Younger fueron detenidos a poca distancia del pueblo y el resto de miembros cayó bajo las balas de los milicianos.
Los James se dirigieron al sur estableciendose en Nashville(Tennessee) donde empezaron una nueva vida, con otras identidades. Frank decidió que ya se había acabado su etapa criminal pero Jesse quería más. En 1879 formó una nueva banda con la que asaltó varios trenes. Pero los nuevos miembros de la banda ya no eran antiguos soldados soldados confederados. Eran jóvenes desarraigados que pronto hicieron surgir conflictos internos en el propio grupo. Jesse James se veía incapaz de controlar a aquellos tipos por las buenas y decidió imponerse por la fuerza llegando a asesinar a uno de ellos y amenazó a los otros con el mismo destino.

En Tennessee las sospechas eran cada vez más grandes por lo que finalmente Jesse, junto a su esposa Zee y sus dos hijos, volvieron a Misssouri alquilando una casa en Saint Joseph, un lugar muy cercano a la granja en que nació.
Con él viajaron dos miembros de su última banda, los hermanos Charley y Robert Ford. Pero James no sabía, en aquellos momentos, que Bob Ford había hecho un trato con el gobernador Crittenden para eliminarle. La recompensa estaba fijada en 10000 dólares.

El 3 de abril de 1882, Jesse James y los Ford se preparaban para salir de la casa en busca de un nuevo golpe. Antes de llegar a la puerta, Jesse vio que había un cuadro de la casa que estaba muy polvoriento. Se acercó a él y se subió encima de una silla para limpiarlo. En ese momento el cobarde Robert Ford vio la oportunidad que estaba buscando. Y así fue como, estando Jesse James de espaldas, Bob Ford acabó con él disparandole a la cabeza.

Cuando se supo en el pequeño pueblo de Saint Joseph que Jesse James había muerto, se hizo patente la conmoción. La noticia tuvo una relevancia nacional y muchos curiosos intentaron rebasar el cordón de seguridad para entrar en la casa y ver muerto al forajido.
Pero el botín que los hermanos Ford esperaban conseguir fue significativamente más bajo de lo prometido. El Gobernador Crittenden repartió el dinero también entre los oficiales de la ley que estuvieron implicados en el plan. Robert Ford siempre defendió que el pacto con Crittenden especificaba la muerte de Jesse James, no su captura. Se consideraba que, dado su historial, no debía llegar a la sala de un tribunal. Tenía que ser ajusticiado de la misma forma en que él obró con sus victimas.

Los Ford se marcharon de Missouri y se dedicaron, durante algunos años, a viajar por el país escenificando una recreación de los hechos acaecidos en la pequeña casa de Saint Joseph, el 3 de abril de 1882.
Pero ambos hombres estaban condenados. Parecía que un angel vengador fuera tras ellos para cobrarse justicia. Charley Ford, enfermo de tuberculosis y adicto a la morfina, se suicidó en Richmond (Missouri) en 1884. En cuanto al cobarde Robert Ford, convertido en dueño de un saloon en Creede (Colorado), fue asesinado en un tiroteo que se libró en su local en 1892.

Y ¿ qué fue de los demás, de las personas importantes en la vida de Jesse James? Pues vamos a ello:

- Su madre, Zerelda, escribió el epitafio que consta en la tumba de su hijo: "In Loving Memory of my Beloved Son, Murdered by a Traitor and Coward Whose Name is not Worthy to Appear Here". Murió en 1911.

- Su esposa, Zee, murió en 1900 aunque sus hijos no quedaron marcados por la fama de su padre. En especial su primogénito, Jesse James jr., que llegó a ser un respetado abogado en Kansas City (Missouri).

- Su hermano y compañero de fechorías durante gran parte de su vida, Frank James, se fue a vivir a Virginia tras la separación definitiva de la banda. Pero con la muerte de Jesse, en 1882, decidió entregarse a las autoridades con la única condición de que no fuera extraditado a Minnesota donde seguro que no tendrían piedad de él por la masacre de Northfield.

Se le juzgó en Missouri, donde con los testigos a su favor de ex-militares importantes y con un tribunal favorable a la causa sureña, quedó absuelto. Durante los siguientes treinta años tuvo una infinidad de trabajos que fueron desde telegrafista a zapatero. En los últimos años de su vida regresó a la granja familiar convirtiéndose en una especie de guía turístico de la época enseñando la casa a los visitantes por 25 centavos. Murió en 1915, a los 72 años, dejando esposa y un hijo.




La última casa de Jesse James en Saint Joseph, escenario de su muerte, ha sido trasladada a varias ubicaciones a lo largo de los años. Desde 1977 se ubica cerca de la Patee House, que fue en su momento uno de los cuarteles del Pony Express. Actualmente se puede visitar y está administrada por la Asociación Histórica del Pony Express.

En el cine, Jesse James ha aparecido en multitud de films. Los hechos de su vida han sido material imprescindible para la creación de muchas películas. Quizá las cintas más conocidas son Jesse James (1939), con Tyrone Power y Henry Fonda dando vida a los dos hermanos, True Story of Jesse James (1957) protagonizada por Robert Wagner, The Great Northfield Minnesota Raid (1972) con Robert Duvall, y Los Últimos días de Frank y Jesse(1986) con Kris Kristofferson y el cantante Johnny Cash en los papeles principales.

Pero la que creo que ha sido la más cercana a los hechos históricos, cuidando al detalle todos los elementos, y representando mejor la trayectoria final del forajido ha sido sin duda El Asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007). Dirigida por Andrew Dominik y producida por Ridley Scott y Brad Pitt, la película es una crónica muy bien ambientada de los últimos años de la trayectoria de Jesse James. Pitt realiza una interpretación muy valorable del bandido y, aunque el film peca de falta de ritmo y lentitud en algunas fases, es innegable que como obra en conjunto tiene una calidad fuera de toda duda. Con esta película casi sentimos los sabores, los olores, el clima de una época. Te hace vivir lo que debieron sentir esos personajes por el realismo de su puesta en escena aunque también hay que decir que un poco más de acción no le habría ido mal.



En cualquier caso, considero apasionante la historia de los forajidos americanos del siglo XIX, y éste es sólo el inicio de una serie de artículos que pienso dedicar a estos personajes que nos muestran un mundo desconocido, al otro lado de la ley, y quizá también por ello despiertan el interés a cada vez más estudiosos de la historia.

Por último quiero hacer referencia a una canción que me hizo descubrir mi buen amigoJim Nava. Se trata de uno de los mejores intérpretes del country actual, George Strait, quien en la canción Troubadour, cita la figura de Jesse James. Una pieza que, a través de sus acordes, te transporta a los paisajes del medio Oeste americano.

"Sometimes I feel like Jesse James, still trying to make a name... "

Bugsy Siegel y su adicción a Hollywood (I)

$
0
0

Benjamin "Bugsy" Siegelbaum (1906-1947) es, por derecho propio, uno de los mafiosos más estrechamente conectados con el mundo de Hollywood. En la larga historia de "acordes y desacuerdos" entre la meca del cine y el crimen organizado, el nombre de Siegel es uno de los primeros que salen a la luz. 

Siegel se había forjado, delictivamente hablando, en el seno del Sindicato del Crimen neoyorkino que habían construido Charlie "Lucky" Luciano y Meyer Lansky. Había crecido junto al primero y se consideraba hermano pequeño del segundo. Desde sus inicios en el mundo del Hampa, Siegel fue un leal ejecutor. Permaneció fiel a sus amigos mientras estos ascendían y sobrevivían dentro de las organizaciones de Arnold Rothstein, Joe Masseria y Salvatore Maranzano

Pero con el asesinato de Maranzano en 1931, el ascenso a la cumbre de Luciano y Lansky fue un hecho consumado. Siegel continuó progresando en el nuevo entorno y se convirtió en un efectivo miembro del "círculo interno" que debía regir el nuevo Sindicato del Crimen.

En 1935, los cada vez mayores contactos entre los clanes de Nueva York y Chicago, se tradujeron en la apertura de nuevos acuerdos para gestionar el tráfico de drogas, el juego y la prostitución en el área de Los Angeles. Hasta entonces, la red del crimen organizado en L.A. apenas existía. Se consideraba una ciudad abierta, donde cualquiera podía operar siempre que no metiera las narices en los negocios de otro. Solo sobresalía un hombre, Jack Dragna, y éste no estaba dispuesto a aceptar imposiciones de fuera. 

Cuando Siegel conoció a Dragna sintió un deseo irrefrenable de liquidarle. Haciendo gala de su impulsividad manifiesta, tuvo que ser frenado por Lansky que, como era habitual, diseñó una nueva estrategia para entrar en los negocios turbios de la ciudad. De vuelta en Nueva York, informaron que la prostitución y las apuestas eran un negocio muy fructífero en Los Angeles. Y, además, el sindicato de extras estaba disponible para ser manipulado. Controlarlos supondría atenazar a las majors de Hollywood y esa era un botín demasiado jugoso para ser desechado. La decisión de Nueva York fue enviar a Siegel a L.A. indefinidamente.

Siegel estaba casado pero sus aventuras sentimentales eran constantes. En esa época mantenía una relación con Ketti Gallian, una joven francesa que acababa de obtener un contrato con la 20th Century Fox. Tras instalarse en una mansión de McCarthy Drive (Beverly Hills) que costó 250.000 dólares de la época, reconectó con su viejo amigo George Raft, a la sazón una de las grandes estrellas de cine del momento. A partir de entonces, empezó a generar actividad ilícita creando más de quince garitos de juego en el área metropolitana. La conexión con el mundo de Hollywood, a través de Raft, se tradujo en la presencia habitual de gente como Al Jolson o Michael Todd en los antros de Siegel


Lansky había conseguido que Dragna y su lugarteniente, Mickey Cohen, se incorporaran a la estructura del Sindicato. Eso garantizó libertad de acción para Bugsy. Y se tradujo en la creación de una agencia de noticias para hipódromos que cubría tres estados: California, Nevada y Arizona. En esa época, los corredores de apuestas tenían que suscribirse a una agencia que se encargaba de proporcionar los nombres de los ganadores, las probabilidades de ganar la apuesta, y detalles sobre los jinetes. Los resultados de las carreras se demoraban hasta que se declaraban oficiales. Esta demora se ampliaba cuando se trataba de finales ajustados que debían resolverse a través de foto fija. Esa dilación permitía un margen que los jugadores podían aprovechar para sacar ventaja ya que conocían el resultado antes que los corredores. La agencia de noticias de Siegel, la TransAmerica, le hacía ganar 25.000 dólares mensuales.

Un inciso antes de proseguir. ¿Recordáis el falso garito que monta Henry Gondorff (Paul Newman) en El Golpe (The Sting, 1973)? Allí se ve como interceptan el flujo de noticias de una de las agencias para utilizar la dilación en su beneficio y hacer caer a Doyle Lonnegan (Robert Shaw).

Pero si alguien quería hacer fortuna en la ciudad tenía que centrarse en la incipiente industria del cine. En la década de los 30, los estudios producían 400 películas al año que eran vistas por cincuenta millones de estadounidenses cada semana en las casi quince mil salas repartidas por todo el país. Los ingresos netos por la venta de entradas ascendían a 700 millones de dólares anuales. Algo así era el paraíso de cualquier gángster y Siegel estaba en el lugar y momento idóneos. 

Bugsy se hizo con el control del sindicato de extras gracias a otro viejo amigo del barrio: Allen Smehoff, más conocido como Al Smiley. Todo aquel que deseaba ser extra tenía que afiliarse al sindicato y los estudios solo podían contratar a los que estuvieran apuntados. Eso permitía a Siegel embolsarse un porcentaje de las cuotas del sindicato y de los salarios de los extras. Pero quería más y amenazó con la convocatoria de una huelga para extorsionar a los productores con miles de dólares en "préstamos". Los estudios se intimidaron ante la posibilidad de una huelga salvaje y pagaron para salvar una maquinaria que no podía parar por ausencia de figurantes. Con el tiempo, este "negocio" le generó a Bugsy unas ganancias de 400.000 dólares al año. 

Pero los problemas empezaron a surgir cuando el Fiscal del Distrito, Burton Fitts, citó a Siegel para interrogarle acerca de un doble homicidio en el que podía estar implicado uno de sus ayudantes en el fraude de los extras. Bugsy huyó a Nevada para evitar la citación y, poco después, el fiscal perdió su puesto en las elecciones. La investigación quedó definitivamente aparcada al salir a la luz que la MGM había sufragado buena parte de la campaña de reelección de Fitts.

A finales de los treinta era indudable que Benny Siegel formaba parte de la élite social de Los Angeles. Se registró en el prestigioso Hillcrest Country Club y alternaba regularmente con la comunidad hollywoodiense en restaurantes como el Brown Derby, el Ciro's y el Romanoff's. En ocasiones, se le veía acompañado por jóvenes promesas del momento como eran Lana Turner y Ava Gardner. Conociendo la pasión que el juego ejerce sobre las personas, empezó a organizar partidas privadas de dados en las casas de Jack Warner y Louis B. Mayer. Además, jugaba habitualmente al póquer con Cary Grant, Clark Gable y Gary Cooper. Hedda Hopper, la célebre cronista de sociedad, solía decir: "a los criminales, al igual que a las señoras de moral dudosa, les encanta mezclarse con famosos."

Bugsy Siegel y su adicción a Hollywood (II)

$
0
0


Con sus negocios floreciendo en el área de Los Angeles, Siegel empezó a construir su propia mansión en Delfern Drive (Bel Air) donde tendría como vecinos a Humphrey Bogart, Bing Crosby y Vincent Price. En su gran piscina solía nadar cada día y pasaba las tardes en el gimnasio YMCA de Hollywood. Desde la sauna de dicha instalación, cerró muchos de sus acuerdos. En los días que no salía a jugar, acostumbraba a entregarse a un ritual de cuidados estéticos. A las diez de la noche ya dormía. Su dinámica habitual le emparejaba con las estrellas de cine del momento y, como no tenía pelos en la lengua, le confesó a su amigo George Raft que él mismo podría ser una estrella más rutilante.

"Benny se interesó mucho por las películas. Compró cámaras, proyectores y diversos equipos, y a menudo venía a los estudios para observar el proceso técnico. Un día me pidió que lo filmara y lo hice con su cámara en mi camerino, y más tarde enseñó la película en casa. Me daba la impresión que, al igual que mucha gente, él era un actor frustrado y en secreto quería hacer carrera en el cine."

George Raft


Siegel también pagó para que le hicieran una prueba en película de 16 mm. Aunque nadie aceptó, hizo correr la voz que varios directores habían visto la prueba en su casa. Esta ambición frustrada no le alejó del mundo de las cámaras y seguía acudiendo a rodajes de forma constante. Así fue como un día le llamó la atención una aspirante a actriz llamada Virginia Hill. La joven había salido con personajes bastante siniestros y se sabía que su ocupación verdadera era la de correo de la mafia. Eso atrajo aún más a Siegel. Su primer encuentro se produjo en una fiesta que ella organizó en el restaurante Mocambo. Poco tiempo después, ya se les vio juntos en varias cenas junto a un núcleo selecto de amistades entre las que se encontraban Cary Grant y Lana Turner. En el estreno del film  Bola de Fuego (Ball of Fire, 1941) la pareja fue intensamente fotografiada y esas imágenes las vio Estelle Siegel en un periódico de Nueva York. Los trámites de divorcio empezaron en ese mismo instante.


En esa época, los problemas con la justicia siguieron golpeando a Ben Siegel. Acusado del asesinato de Hank Greenberg en Hollywood, fue detenido en su casa de Bel Air no sin antes comprobar que se había escondido en el ático armado con dos revólveres. Su encarcelamiento fue más mediático que efectivo. En la celda recibía comida especial y disponía de un régimen de salidas muy laxo. Su abogado, Jerry Giesler, era conocido por ser el salvador de varias estrellas, entre ellas Charles Chaplin y Errol Flynn. Y demostró su notable destreza para conseguir que se retiraran los cargos debido a la falta de testigos. El Fiscal del Distrito, John F. Dockweiler, apoyó la moción y el expediente se archivó. Poco después se descubrió que Siegel había aportado 30.000 dólares a la campaña de reelección del Fiscal.

Pero llegamos a 1943 y ese año marca un punto de inflexión en la carrera delictiva de Bugsy Siegel. A principios de ese año, mientras los jóvenes norteamericanos luchaban y morían en el norte de África y Sicilia, el mafioso de 37 años consigue un préstamo del Sindicato Criminal para construir un gran casino en Las Vegas. A diferencia de la imagen mostrada en el cine, Siegel no estaba descubriendo nada. Ya existían, en esos momentos, dos casinos en Las Vegas: el Last Frontier y el Rancho Vegas. Incluso el edificio que se acabaría convirtiendo en el Flamingo ya estaba, por entonces, en construcción. Su idea era la de aportar luz, glamour y pompa a un Strip que era poco más que una carretera polvorienta.

La elección del nombre Flamingo no fue un capricho. Respondía al apodo que acompañaba a Virginia Hill en determinados círculos. A pesar de su contumaz actitud de mujeriego, parecía que veía en ella a su pareja definitiva y luchó por ello hasta que le fue posible.

Siegel prometió a Luciano y Lansky que el Flamingo costaría un millón de dólares. Lo que ocurrió después fue el inicio de su caída. Un año después, el coste ya se había disparado a cuatro millones. Las leyes sobre construcción en tiempo de guerra provocaban que los materiales fueran mucho más escasos. Incluso llegó a pedir a varios magnates deHollywood que comprobaran si en sus almacenes disponían de vigas, tuberías y cemento sin usar. Él quería lo mejor y más lujoso en una época en que esto era aún más difícil de conseguir. Unos ejemplos más, las cortinas del casino eran altamente inflamables y hubo que tratarlas químicamente. La sala de calderas tuvo que agrandarse, debido a la colosal estructura del complejo. Dólares y más dólares invertidos sin garantía alguna de devolución.


Sin fondos y sin crédito, Bugsy empezó a vender acciones del casino a sus amistades llegando incluso a desprenderse de acciones que no tenía en su paquete personal. Acabó vendiendo su casa para obtener liquidez. Siegel y Hill empezaron a discutir de forma constante y ella regresó a Los Angeles, donde inició una aventura con el hijo del fundador de Universal Pictures. Pero su carácter histriónico y temperamental arruinó cualquier posibilidad alternativa. El consumo habitual de drogas acentuó ese comportamiento y durante esa época protagonizó varios altercados violentos que mostraron un grado de psicopatía emergente.

Atizado por las deudas, Siegel decidió abrir antes de tiempo el Flamingo. Invitó a todas las estrellas de Hollywood que conocía para que asistieran a la inauguración del 26 de diciembre de 1946. Pero pronto chocó con la dura realidad. El poderoso magnate de la prensa, William Randolph Hearst, amenazó a los jefes de las majors con dar los nombres de los actores que acudieran a esa celebración. La respuesta fue inminente. Louis B. Mayer, Jack Warner, Harry Cohn, y el resto de sus colegas prohibieron a sus estrellas la presencia en la inauguración. Otros actores que disponían de más libertad sí que estaban dispuestos a ir pero el mal tiempo impidió que el avión fletado por Siegel pudiera despegar de Los Angeles. Solo George Raft y unos cuantos intérpretes de segunda fila decidieron acudir.

Pero el casino no estaba listo. Las habitaciones no estaban aún terminadas. Los jugadores que tuvieron suerte pudieron marcharse con sus ganancias. Si hubieran podido dormir allí, al día siguiente podrían haber perdido lo obtenido. El resultado fue que se perdió medio millón de dólares en esa primera noche. Ante este panorama, Siegel cerró el casino y continuó con las obras.

Precedido por:

- Bugsy Siegel y su adicción a Hollywood (I)

Seguido de:

- Bugsy Siegel y su adicción a Hollywood (III)

Bugsy Siegel y su adicción a Hollywood (III)

$
0
0
810 North Linden Drive

Las pérdidas de Siegel en Las Vegas habían enfurecido a la Comisión. Luciano convocó una cumbre en La Habana (que inspiraría la que vemos en El Padrino Parte II) a la que acudieron Meyer Lansky, Frank Costello, Vito Genovese, Tommy Lucchese, Albert Anastasia, Carlos Marcello, Tony Accardo, Santo Trafficante y Joe Profaci. El punto principal de la reunión era decidir el futuro de Siegel.

Lansky había sido siempre su principal protector y benefactor. Quizá por ello su decepción fue aún mayor al ver traicionada la confianza que le había depositado durante más de treinta años. Además de los cuatro millones de dólares invertidos, Lansky afirmó tener conocimiento de que se había apropiado de 600.000 dólares de sus socios para huir a París con Virginia Hill. Se decidió, por consiguiente, que Siegel debía ser eliminado.

El Flamingo volvió a abrir en marzo de 1947 pero los días de Siegel estaban contados. Aunque mayoritariamente se considera que el fiasco del Flamingo fue el detonante de la orden de asesinato, existen algunas fuentes que apuntan hacia otra causa. Resulta ser que Virginia Hill también se acostaba con Moe Dalitz, jefe de una banda mafiosa de Detroit. Hill le habría enseñado a Dalitz las numerosas marcas de moratones resultantes de los malos tratos físicos que sufría a manos de Bugsy. Dalitz amenazó a Siegel pero al continuar con la actitud violenta, habría ordenado su muerte.

Sea como fuere, Siegel llegó a Los Angeles pasada la medianoche del 20 de junio de 1947. Se dirigió a la casa de Hill, situada en el 810 de North Linden Drive, y abrió la puerta con la llave que Virginia le había dado. Ella estaba en París pero su hermano Chick se alojaba allí con su novia. La noche siguiente, Siegel condujo hasta Jack's, una marisquería de Ocean Park. Quería cenar esa noche con George Raft pero el actor tenía una cita previa con un productor. Al final, se reunió allí con su colega Al Smiley y la pareja formada por Chick Hill y su novia, Jerri Mason. Pasadas las nueve de la noche salieron del restaurante y volvieron a la casa de North Linden Drive. Al llegar, la pareja subió al dormitorio mientras que Siegel y Smiley se quedaron en la sala de estar. Las cortinas debían estar descorridas para facilitar la visión del asesino. Smiley se aseguró de ello. Aunque le adoraba llevaba días mentalizándose que la orden recibida era irrevocable y que debía colaborar en el asesinato si quería seguir con vida. 

Smiley siguió el plan establecido y se sentó en el sofá junto a Siegel para no despertar sospechas. De repente, un ruido de impacto retumbó en la estancia. Una bala había impactado en la parte trasera del cráneo de Siegel, destrozándole su ojo derecho y enviándolo a unos cinco metros sobre el suelo del comedor. Una segunda bala le desgarró el cuello rozando la manga de Smiley, que trataba de tirarse al suelo. El tirador no tuvo suficiente puesto que una tercera bala impactó de nuevo en el cuello de Bugsy rozando, en su salida, un cuadro del comedor. El asesino disparó un total de nueve veces agujereando todo el espacio con un rifle Carbine M1 de 30 milímetros. Chick Hill y Jerri Mason bajaron desnudos a la sala de estar. La orgía de sangre provocó la histeria en la chica. Smiley se había quedado encogido al lado de la chimenea temblando irrefrenablemente. 


Siegel fue enterrado en la zona judía del Hollywood Memorial Park, el actual Hollywood Forever. Ninguno de sus amigos de la meca del cine acudió al sepelio, ni siquiera George Raft. La policía nunca averiguó nada acerca del autor material del asesinato. No fue hasta 1987 cuando un antiguo chófer de Jack Dragna, llamado Eddie Canizzaro, declaró a un reportero del Los Angeles Herald Examiner que él había sido el autor de los disparos. Confesó que le habían elegido por conocer bien a Siegel y, obviamente, por su destreza como tirador. Poco más se sabe del caso. Todo parece indicar que las órdenes de Luciano eran claras y Lansky llegó a un punto en que ya no pudo impedir el fatal desenlace. 

Desde los años 70, Warren Beatty desarrolló un fuerte interés por la figura de Bugsy Siegel. El actor le describía como una estrella de cine que no hacía películas. 

"El propio Bugsy es una estupenda metáfora de Hollywood. Ese hombre se hizo a sí mismo, se deshizo de su acento de Brooklyn. Vestía bien, se relacionaba con actrices de cine... desarrolló una personalidad despreocupada y con buenos modales que ocultaba a un verdadero asesino."

Warren Beatty

En 1984, Beatty le encargó a su amigo, el director y guionista James Toback, que se ocupara de escribir un libreto para una futura película. Toback estaba totalmente endeudado y dijo que podría escribirlo en diez días. Finalmente, necesitó seis años. Entregó la versión final en 1990 confiando en ser él mismo el director. Pero Beatty no confiaba demasiado en sus artes detrás de la cámara y contrató al oscarizado Barry Levinson para el puesto. Levinson aceptó fascinado por el hecho de que los gángsters forman una parte intrínseca de la historia de Estados Unidos. Como país joven y necesitado de una mitología propia, la fascinación por el mundo del crimen se ha convertido en parte de la cultura popular. 

Beatty contrató personalmente a Annette Bening para el papel de Virginia Hill. Ya había sido candidata al papel de Tess Trueheart en Dick Tracy. Pero Beatty no la había olvidado y llegó a confesarle a Levinson que acabaría casándose con ella, cosa que cumplió.


El reparto estaba complementado con grandes nombres: Ben Kingsley como Meyer Lansky, Harvey Keitel dando vida a Mickey Cohen, Elliot Gould fue Harry Greenberg,y Joe Mantegna asumió el rol de George Raft. El film obtuvo buenas críticas y un éxito moderado en taquilla. En la cinta, podemos ver el Hollywood más idealizado y glamuroso, adornado por una estilizada fotografía a cargo de Allen Daviau. La belleza en la puesta en escena resulta magnífica pero, como suele pasar en estos casos, se aleja poderosamente de la realidad. El escritor James Ellroy tiene un parecer muy distinto a la visión que Beatty quiso implementar en la película. El célebre autor de L.A. Confidential y La Dalia Negra opina todo lo contrario: 

"Siegel era un matón sanguinario. La terrible verdad es que estos tíos eran un montón de basura. Si escribieras la auténtica historia de los gángsters, sería un relato estúpido y fatuo de codicia y corrupción. Pero Hollywood sólo muestra la sensualidad asociada a la búsqueda de más poder. No muestra toda la escoria que conlleva."


Artículo precedido por:

Look Closer...

$
0
0

En ocasiones, las inseguridades personales adquieren una dimensión mayor en nuestras vidas. Y en el terreno emocional y sentimental, estas sensaciones pueden provocar situaciones difíciles y amargas. Cuando pensamos que no merecemos ser amados, entramos en un terreno sumamente movedizo del que no resulta fácil escapar. Esto ocurre y solo podemos salir de ello con voluntad, determinación, y recuperando la autoestima para quizá volver a equivocarnos. Pero deberemos perseverar hasta conseguir aquello que anhelamos.

Esta reflexión sustenta la base argumental de Closer, film dirigido en 2005 por Mike Nichols con un reparto circunscrito a cuatro personajes que son interpretados por intérpretes de enorme valía. La inseguridad inunda las vidas de todos ellos y resulta particularmente interesante como en la interrelación que surge, y que está magníficamente hilvanada por el dramaturgo y guionista Patrick Marber,  caben toda clase de elementos que transforman felicidad en amargura, entendimiento en discusión, confianza en infidelidad.

En las vidas de Larry (Clive Owen), Anna (Julia Roberts), Alice (Natalie Portman), y Dan (Jude Law) florecen una serie de situaciones e incidencias que hacen reflexionar al espectador sobre la complejidad de la mente humana cuando se trata de expresar sentimientos de todo tipo. Marber lleva al extremo las vivencias de los personajes cuando explora como el deseo por captar la atención de alguien puede vulnerar la honradez personal, ampliando las fronteras del propio egoismo en el camino.

Asistimos a la versión dramatizada y concentrada de algo que, a veces, ocurre en nuestras vidas. Porque en esto consiste también la experiencia de vivir. Amar, admirar, defraudar, engañar, reprochar... esto es la vida.

Y todo ello es Closer...

Boulevard de los sueños rotos: George Reeves

$
0
0

Superman ha sido interpretado por nueve actores a partir de que apareciera en el Action Comics número 1 de 1938. George Reeves fue el segundo de ellos, precedido por Kirk Alyn y seguido por Christopher Reeve. 

Nacido en 1914, George Reeves (su verdadero nombre era George Keefer Brewer) fue un actor estadounidense de cine, teatro y televisión cuya trayectoria artística comenzó en Pasadena (con la compañía Pasadena Playhouse), en un teatro de larga trayectoria donde llevó a cabo papeles prominentes disponiendo de sus primeras oportunidades como protagonista. Su carrera cinematográfica comenzó prometedoramente en 1939, con su participación en la mítica Lo que el Viento se Llevó (Gone with the Wind), donde interpretaba a uno de los pretendientes de Scarlett O’Hara (Vivien Leigh). Era un papel menor puesto que él y Fred Crane aparecían en la película con el cabello teñido de rojo brillante como los gemelos Tarleton, en las escenas iniciales de la cinta. 

Fred Crane, Vivien Leigh y Reeves en Gone with the Wind.

Ese primer trabajo como actor le valió una serie de colaboraciones posteriores que le surgieron a raíz de su contrato con la Warner Brothers, aunque su mala relación con la productora hizo que le encasillaran en películas de serie B en las que compartió cartel, en dos ocasiones, con Ronald Reagan y en tres con James Cagney. Jim de la Selva (Jungle Jim, 1948)Las Aventuras de Sir Galahad (The Adventures of Sir Galahad, 1949) fueron algunos de sus proyectos después de que Reevesvolviera de la II Guerra Mundial, donde se enroló en 1943 en el servicio de aviación, 17 meses después del ataque a Pearl Harbor. Durante su estancia en las fuerzas armadas, Reeves protagonizó obras con fines propagandísticos para la milicia, presentándose también en Broadway con la obra Winged Victory

Fue en esa época cuando mantuvo conversaciones con el director Mark Sandrich para diferentes proyectos en ciernes: en 1943 encontramos el primero de ellos, ya que el director lo contrató para el papel del teniente John Summers en el drama bélico Sangre en Filipinas (So Proudly We Hail!) junto a Claudette Colbert, Veronica Lake y Paulette Goddard. El film, todo un éxito tanto en taquilla como en crítica, le otorgó reconocimiento, obteniendo una considerable difusión. Desgraciadamente, esta colaboración fructífera no pudo ir más allá ya que, estando Reeves en servicio, Sandrichmurió y el resto de proyectos nunca se llevaron a término, impactando negativamente a su carrera. Torrid Zone, The Fighting 69th y The Strawberry Blonde fueron algunas de las otras películas en las que participó también en aquella época. Anteriormente, había protagonizado, junto a Merle Oberon, el ambicioso proyecto Lydia (1941) aunque fue un fracaso de taquilla de tal magnitud que la Warner Brothersrescindió su contrato inmediatamente.

Después de estos sucesos, Reeves pasó a trabajar con la Twentieth Century Fox, donde participó también en diversas películas de bajo presupuesto. Son de esta época sus cinco westerns de “Hopalong Cassidy”, una serie de gran éxito de la década de los 40, en la que también coincidió con Ellanora Needles, con quien estuvo casado nueve años.


Pero fue su papel de Hombre de Acero el que le dio la verdadera fama en la exitosa serie de televisión “Adventures of Superman”, convirtiéndose en una de las primeras figuras importantes de los inicios del mundo televisivo en EEUU. Le ofrecieron encarnar al legendario superhéroe en una producción que había sido diseñada, en un principio, para que pudiera funcionar como película de serie B o episodio piloto para serie de televisión. El largometraje se titulaba “Superman y los hombres topo (Superman and the Mole Men)”.Inicialmente, Reeves no estaba muy convencido de aceptar el papel ya que pensaba, como muchos de los actores de aquella época, que el medio televisivo no era muy importante y no daba pie a mucha exposición de los intérpretes. Finalmente, aceptó el trabajo con un bajo salario (incluso siendo el protagonista) y se le pagaba solo durante las semanas de la producción. Los capítulos, de media hora de duración, se rodaban en horarios intempestivos, llegando a filmar dos capítulos cada seis días y grabando guiones de episodios distintos, al mismo tiempo, para aprovechar los sets.Cuando terminaron de rodar este piloto, empezaron con los episodios de la primera temporada aunque no se pudieron emitir ese año por falta de un patrocinador. Sin embargo, cuando encontraron el patrocinio de la marca Kellog’s, la serie empezó a ser emitida rápidamente en 1952, dándole a Reevesuna celebridad instantánea. En 1957 aumentó su fama ya que la cadena ABC eligió la serie para difusión nacional, dando como producto final que “Las aventuras de Superman” tuviera cuatro temporadas repartidas a lo largo de 104 episodios, entre 1953 y 1957. 

Junto a Phyllis Coates, quien interpretó a Lois Lane en la primera temporada.

Los actores que participaban en la serie tenían contratos restrictivos que les impedían trabajar en otras producciones además de estar atados por la “cláusula de 30 días”, que significaba que los productores podían exigir sus servicios en exclusiva para una nueva temporada con cuatro semanas de aviso. Todo ello impidió que Reeves obtuviera propuestas en otros largometrajes de extensa filmación, en el teatro o en otras series televisivas. A pesar de sus reticencias al aceptar el papel, pronto hizo apariciones personales con él, ya que le suponían un ingreso extra de dinero para completar su escaso salario en la serie televisiva. Estas actuaciones suplementarias, además, le granjeaban el afecto de los jóvenes aficionados al personaje y del público en general. Tan en serio se lo tomó que evitaba fumar delante de los niños y mantenía su vida privada en la más estricta intimidad.  

Esto último se debía a que, en 1951, había empezado a mantener una relación sentimental con Toni Mannix, casada a su vez con el oscuro gerente de MGM, Eddie Mannix. Solo una vez habló mal Reeves de Superman, al referirse a él como el "traje de mono al que estoy atrapado”. Fue en la primera reunión que tuvieron Reeves y Jack Larson (Jimmy Olsen en la serie “Las aventuras de Superman) a raíz de una conversación que tuvieron sobre la actuación del primero en “So Proudly We Hail!”. Tal y como cuenta Larson en el documental “Look, Up in the Sky: The Amazing Story of Superman”, Reeves se lamentaba de que la muerte de Mark Sandrich había impedido la realización de proyectos de más calibre y le había condenado a una carrera muy diferente a la que deseaba. 

Toni Mannix

A lo largo de los 104 capítulos de la serie, se cuenta que Reeves siempre fue muy caballeroso con todo el mundo y que le encantaba hacer bromas. Durante las dos primeras temporadas, Reeves pudo participar en las películas Forever Female y Gardenia Azul (The Blue Gardenia), de Fritz Lang (ambas de 1953).  Su fama a raíz del mítico superhéroe le valió una llamada para unirse al elenco de la obra maestra De Aquí a la Eternidad (From Here to Eternity, 1953) pero, para su desgracia, sus escenas fueron eliminadas del producto final. Esta sucesión de hechos le hicieron darse cuenta de que la serie le impedía centrarse en otros proyectos que no estuvieran ligados a ella y que obstaculizaban su carrera profesional, lo que le hizo tomar una drástica solución. Después de las dos primeras temporadas, expresó su descontento por  la carga absorbente de su papel protagonista y el bajo sueldo que percibía a cambio, decidiendo finalmente dejar la serie y retomar su carrera artística. Esa decisión precipitó que los productores buscaran a otro protagonista (se rumoreó que le ofrecieron el papel a Kirk Alyn, que ya lo había interpretado en dos ocasiones) dejando a Reeves fuera de la serie que le había dado la fama a la edad de 40 años. 

Reeves y Lucille Ball.
Después de ello, Reeves fundó su propia productora y creó una serie de aventuras para televisión titulada “Port of Entry”, rodada entre Hawaii y México. Él mismo escribió el guión del capítulo piloto pero no pudo ser llevada a cabo ya que los productores de “Las Aventuras de Superman”, al no encontrarle sustituto, le pidieron que volviera a la serie con un aumento de sueldo, algo a lo que Reevesaccedió.En un intento de querer demostrar una versatilidad que lo desvinculara del personaje con capa, cantó en el programa de Tony Bennett, hizo una actuación en la famosa serie “I Love Lucy” (capítulo 165, “Lucy Meets Superman”) y tuvo un papel en la película Caravana de Prisioneros (Westward Ho the Wagons, 1956), gracias a su buen amigo Bill Walsh, siendo el último largometraje en el que participara. 

En 1957, junto con otros músicos, salió de gira por EEUU llevando a cabo un exitoso show en el que los niños podían ver en directo a Superman. Todos estos trabajos, aunque agradecidos por él, no le reportaban suficientes ganancias y era frecuente oírle decir a sus allegados que tenía problemas financieros. Intentó llevar adelante numerosos proyectos pero, por razones económicas o de falta de patrocinadores o productores, jamás los pudo ver realizar. Si quería ganarse la vida mínimamente, tenía que volver a interpretar a Superman, como si su vida estuviera ligada inexorablemente a este personaje.El éxito de la serie le hizo posible ganar, en la última temporada, 2500 dólares por capítulo, una cifra considerable para la época, haciendo que aceptara firmar por una temporada más, la quinta. Pero, desgraciadamente, ésta no llegó a rodarse nunca.El informe del Departamento de Policía de Los Angeles, de junio de 1959, hace constar una herida de bala en su cabeza, en el hueso temporal, cuando contaba solo 45 años de edad. 

La casa de Reeves en el 1579 de Benedict Canyon drive.

El cuerpo fue hallado en su dormitorio, en el piso de arriba de la casa que poseía en Benedict Canyon. 56 años más tarde, siguen sin esclarecerse las razones de su muerte, especulando entre un suicidio o un asesinato. En el momento de su muerte, estaban presentes en la casa su novia por aquel entonces, Leonore Lemmon, William Bliss, el escritor Robert Condon y Carol van Ronkel, vecina de una mansión cercana casada con el guionista Rip van Ronkel. Según varios testigos, Reeves y Lemmon habían estado comiendo en un restaurante con Condon, quien estaba escribiendo una autobiografía. Después de la disputa que tuvieron el actor y el escritor, los tres volvieron a casa. Otra versión, dada por Lemmon, contradecía esta historia, asegurando que ella y Reeves no habían estado comiendo en un restaurante con amigos sino que habían ido a ver combates de lucha libre, aunque no hubo testigos de que esto hubiera sucedido. 

En cualquier caso, Reeves se fue a la cama la noche del 15 de junio de 1959 pero una fiesta improvisada que empezó con la llegada de Bliss y Carol van Ronkel enfureció al propietario quien bajó airado de su habitación quejándose del fuerte ruido que hacían los demás. Según todos ellos, pasado el momento de tensión, Reeves se quedó un rato en la fiesta tomándose un trago para volver a retirarse de mal humor a su habitación minutos después. Fue momentos más tarde cuando escucharon un único disparo que acabó con su vida.El cuerpo fue encontrado por Bliss, quien corrió al dormitorio al oír la detonación. Estaba tendido sobre la cama boca arriba con los pies en el suelo. Esta posición se cree debida a que, en el momento de dispararse, Reeves estaba sentado en el borde de la cama. Después, su cuerpo cayó hacia atrás y la pistola (una Luger de 9mm) a sus pies.   

Reeves y Leonore Lemmon, poco tiempo antes de la muerte del primero.

A partir de aquí, las contradicciones se empezaron a suceder. En primer lugar, estaban las versiones distintas de que Lemmon y Reeves no habían estado en ningún restaurante. A continuación, se supo que la policía había tardado una hora en presentarse en casa del actor después del disparo, hecho que había sucedido por la tardanza de los presentes en llamar. Ni Lemmon ni los demás se disculparon por tal tardanza después de haber escuchado el disparo ya que se dedujo que estaban bajo los efectos de un shock. El estado de embriaguez de todos ellos era más que patente y fue imposible obtener declaraciones coherentes de ninguno de ellos. En declaraciones posteriores a la policía, Lemmon admitió que, en el transcurso de la fiesta, hizo el comentario ligero de “Oh, probablemente ahora va a ir y se va a pegar un tiro”, en alusión al momento en que Reeves había vuelto a ir a su habitación enfurecido. 

En investigaciones no oficiales encargadas por la madre del actor al abogado Jerry Geisler y a la agencia de detectives Nick Harris, se descubrieron los siguientes tres hechos más que sospechosos: el arma con la que supuestamente se había suicidado no tenía ninguna huella digital (ni siquiera las de Reeves), el casquillo de la bala fue encontrado bajo el cuerpo del actor y se detectaron dos agujeros de bala en el piso donde el actor tenía su habitación, justificados por Lemmon como que ella ese mismo día los había disparado accidentalmente. Estas averiguaciones lograron frenar la cremación del cadáver pero jamás consiguieron demostrar nada que se opusiera a la resolución de la policía.Aun con estas evidencias, la investigación oficial del caso jamás cambió el veredicto y se llegó a la conclusión de que la muerte había sido por suicidio. 

En distintos medios de la época, Lemmon fue declarando que Reeves se había suicidado por su “fallida carrera” y por la imposibilidad de encontrar otros trabajos. El testamento de Reeves fue a parar íntegro a Toni Mannix ante una sorprendida Lemmon, que declaró: “Toni obtiene una casa para caridad y yo un corazón roto”. Por otra parte, la madre de Reeves afirmó en distintos medios que no era cierto que su hijo se fuera a casar con Leonore Lemmon, tal como esta afirmaba.Fueron muchas las personas que dudaron de la idea del suicidio y expertos en el tema, ya en años posteriores, han puesto en duda la versión oficial ya que no se encontraron residuos de pólvora de la pistola en la piel del actor. La policía argumentó en su momento que la pistola estaba recubierta por mucho aceite, lo que hacía imposible fijar ninguna huella dactilar. Por otra parte, el análisis de residuos de disparo en la piel era una prueba aun novedosa para el Departamento de Policía de Los Ángeles en 1959, por lo que no se pueden obtener pruebas irrefutables por esta vía. 


Otra tesis que se barajó en su momento, de manera extraoficial en su biografía “Hollywood Kryptonite”, fue la de que fue asesinado por orden de Toni Mannix como venganza por su ruptura o por el marido de ésta, al enterarse de la relación de su esposa con Reeves. Este hecho se dramatizó en la película de Allen Coulter titulada Hollywoodland (2006), protagonizada por Ben Affleck (Reeves), Diane Lane (Toni Mannix), Robin Tunney (Leonore Lemmon), Bob Hoskins (Eddie Mannix) y Adrien Brody (como el personaje ficticio Louis Simo, basado en el detective Milo Speriglio). En la cinta se abordan tres posibles conclusiones: homicidio involuntario por parte de Lemmon, asesinato por orden de Toni o Eddie Mannix y suicidio. Toni Mannixmurió en 1983 a causa del Alzheimer. 

En 1999 se volvió a hablar de la muerte de Reeves en distintos programas sobre casos no resueltos en EEUU(“Unsolved Mysteries”, “Mysteries and Scandals”) en los que el publicista Edward Lozzi decía tener pruebas de que Toni Mannix, en una confesión a un sacerdote católico, había afirmado ser la causante de la muerte del actor. Sin embargo, Jack Larson dijo que en el momento en que Toni le había hecho estas declaraciones a Lozzi ella ya se encontraba en una fase avanzada de su enfermedad, con lo que su declaración no podía ser tomada en cuenta.Fuera suicidio o muerte bajo circunstancias sospechosas, el fallecimiento de George Reeves conmocionó al público de tal manera que se llegó a generar la leyenda urbana de que el actor había muerto al intentar volar creyendo que había adquirido realmente los poderes del superhéroe. 

Unorthodox: En el Yin ya no hay Yang

$
0
0


Inmerso en el segundo mes de confinamiento uno empieza a cuestionarse demasiado, ¿no es así? Algunos pensamientos asoman en la cabeza por primera vez y no traen nada bueno, y otros que creías tener controlados empiezan a ganarte la partida. La desesperación, la ansiedad, el aburrimiento… E incluso aquellas personas que habían recibido este encierro como una oportunidad de oro y un regalo del destino, comienzan ahora a necesitar una salida. Justo ahora, cuando la luz al final del túnel se intuye cada día más cerca…

Será eso. Todos recordamos cómo, tras recorrer sus entrañas, los túneles se abren a un nuevo paisaje y asimismo conectan con otros túneles; a veces más húmedos, más oscuros y más angostos.

Por eso resulta más que comprensible que sigamos buscando respuestas en el material cinematográfico y hallando en las series uno de nuestros mejores pasatiempos para una realidad confinada. Tal vez un largometraje se quede corto en la agenda del día y sea preferible una miniserie a modo de película. Pocos capítulos y escasos segundos entre cada proyección, no vaya a ser que te detengas a pensar. No hay tregua, Netflix lo tiene claro. Toda una serie puede ser vista en poco más tiempo de lo que le dedicaste a El Irlandés de Martin Scorsese.

De hecho, Unorthodox, la serie que hoy nos ocupa, tiene cuatro capítulos y dura solo tres minutos más que The Irishman. Lástima que, en cuanto a calidad se refiere, el símil sea inconcebible.

Sin embargo, difícil será que no hayas oído hablar de Unorthodox desde su estreno en Netflix el pasado 26 de marzo. A día de hoy sigue formando parte del Top 10 de la plataforma y de la incontinencia informativa de la red. Pero, ¿qué tiene Unorthodox que está gustando tanto? O mejor dicho, ¿qué tiene la serie que está atrayendo a tantos espectadores?

En primer lugar, el don del momento presente. Unorthodox reúne los ingredientes básicos para este confinamiento: nos ha encontrado recluidos en casa con apetito de material audiovisual para largas sesiones (y 212 minutos no están nada mal), a la vez que nos hace de espejo de un modo casi terapéutico. Porque ahora mismo no parece muy difícil empatizar con un personaje sometido, coartado y encerrado, que consigue huir, viajar y alcanzar la libertad, ¿verdad?

Conoceremos a Esty, la protagonista de Unorthodox, en la primera secuencia de la serie. En casa, con peluca y vestida con un atuendo tan clásico que nadie diría que tiene 19 años, pero los tiene. Bebe té y mira a través de la ventana. Está angustiada y parece oprimida. Con un simple cambio de foco del exterior al interior del hogar, la cámara nos hace notar, casi sentir, la gruesa barrera que hay entre las dos realidades y, acto seguido, como si fuera un pistoletazo de salida, Esty se acaba el vaso de té e inicia su huída. Y nosotros con ella, claro está.


Así es como la identificación con la protagonista de Unorthodox, aparece como la única respuesta posible en estos tiempos de inevitable solidaridad (y de manipulación cinematográfica). Aunque su falta de libertad inicial nada tenga que ver con una pandemia o con una mala gestión gubernamental, con ese título resulta evidente… Sino con la estricta interpretación de algunos preceptos religiosos por parte del judaísmo ultraortodoxo y, en concreto, de la dinastía jasídica Satmar. Una comunidad judía muy ortodoxa que curiosamente lleva décadas establecida en el barrio Hipster de Williamsburg, en Brooklyn, New York.

Allí donde ha crecido la joven Esty y la escritora en cuyo libro está basada la serie, la otrora jasídica Deborah Feldman. Allí donde llegaron los Satmar que huían de la II Guerra Mundial, abandonando definitivamente su hogar en Hungría. Y allí donde decidieron vivir (y morir), recluyéndose en ellos mismos, para evitar caer en la tentación de la modernidad y, sobre todo, para evitar impurificarse por culpa del contacto con el mundo no judío. O eso dicen. Porque los Satmar se sienten responsables del holocausto nazi, considerándolo un castigo divino, provocado, precisamente, por el incumplimiento de este precepto. Y por eso depositan todas sus fuerzas en el inmovilismo, desafiando al paso del tiempo con unas normas, unas ropas y unas tradiciones que son pretendidamente herméticas. Tanto que Feldman (y por consiguiente Esty) renunció a ellas. A las normas y a la comunidad. Y bien que hizo.

Al cabo de los años, Feldman aparecería en el mercado literario con el libro autobiográfico Unorthodox: El escandaloso rechazo de mis raíces jasídicas, y el resto ya es historia. Y ahora también ficción. Demasiada ficción. Porque la serie es una adaptación excesivamente libre de la obra de Feldman. Mientras que la escritora siguió viviendo en suelo americano durante muchos años, en Unorthodox es la ciudad de Berlín la que nos espera tras los títulos de crédito (a escasos minutos del inicio de la serie y de la huida de Esty). Eso sí, un Berlín de postal que juega a ser estandarte de la modernidad, un retrato lleno de clichés más propios de Instagram que de cualquier ciudad real.

Lo curioso es que las dos creadoras de la serie, Anna Winger y Alexa Karolinski, viven en Berlín. Y la escritora del libro Deborah Feldman, actualmente, también. De hecho, Feldman hace un cameo en el cuarto capítulo de la serie y aparece junto a Esty en una perfumería berlinesa. Feldman y Winger son originariamente de EEUU, pero Karolinski ha nacido en la capital alemana. Por eso aún resulta más incomprensible el retrato tan poco sincero que ha hecho de su propia ciudad. No obstante, en una entrevista para'The Times of Israel' la misma Karolinski decía:

"Llevamos a Esty a Berlín para poder hablar de cómo una judía jasídica vive en el país donde se originó el Holocausto, y reflejar así cómo Berlín se ha construido sobre el trauma y cómo la Historia está patente allí todo el tiempo”

Y uno pensaría que tal vez haya un quinto capítulo en Berlín que aún no se han decidido a mostrar… Porque en los cuatro capítulos vistos, aparentemente concluyentes, solo en Williamsburg junto a los Satmar se reflexiona sobre la incidencia del pasado en nuestro presente. Ellos sí que han basado toda su vida en la tradición previa al trauma del holocausto y así se nos muestran.

Por suerte para el espectador más exigente, la cámara va y viene de una ciudad a otra a lo largo de toda la serie. De Berlín a NY, y de un tiempo presente a un pasado que el espectador necesita conocer para comprender la decisión de Esty. Y si bien es cierto que la historia de liberación en Berlín juega en exceso con la fe del espectador (y con su ilusión), el tratamiento que se hace del pasado de la protagonista, de su vida en Williamsburg dentro de la comunidad, antes y después de su boda concertada, es muy preciso.

Todo ello: lengua, imagen, costumbres… Y se lo debemos en parte a Eli Rosen quien, además de interpretar al rabino Satmar, se ha encargado tras las cámaras de asesorar a todo el equipo. A la directora de Unorthodox, la alemana Maria Schrader (Stefan Zweig: Adiós a Europa), a la actriz que da vida a Esty, la israelí Shira Haas (Broken Mirrors), y al resto de actores o extras que debían hablar en una lengua o comportarse de una manera que no suelen enseñar en las escuelas de interpretación.

Porque en Unorthodox las escenas entre jasídicos se oyen tal como se escucharían en la realidad, es decir, en Yiddish: la lengua resultante de la diáspora judía de aquellos que se ubicaron en la Europa Central. Un idioma que suena a alemán y carga alguna palabra en inglés (al menos en el Brooklyn actual), pero que se escribe íntegramente en hebreo.

Y al son de las palabras y los cánticos religiosos una procesión de rostros y vestimentas desfilan provocando una credibilidad total…


En los hombres vemos los mismos abrigos negros y largos, coronados por sombreros de diferentes tipos y significados, cada uno más llamativo que el otro. Barbas espesas y muy largas también (cuanto más larga es la barba, más fuerte es la conexión que creen establecer con Dios), y a ambos lados, casi a modo de adorno, los míticos mechones o tirabuzones, o como ellos mismos los llaman: los payot.

Y en ellas la modestia exagerada: ropajes clásicos y discretos, faldas por debajo de la rodilla, medias incluso en verano y jerséis o chaquetas con mangas hasta la muñeca. Una sencillez tan extrema y anticuada que paradójicamente llama mucho la atención. Y los sheitel, pelucas que suelen tener un mismo corte y estilo, y que toda mujer casada debe llevar para no mostrar su cabello natural. Tal como Esty ha sido presentada. No hace falta que volvamos a empezar.

En definitiva, Unorthodox ha conseguido mostrar una realidad desconocida para muchos, precisamente por lo impenetrable de la comunidad Satmar, retratando a dicha comunidad con cierta asepsia moral, centrándose en el detalle y en una precisión formal admirable. Pero que desmerece en el diálogo visual, forzado por el montaje, al enfrentar el barrio de Williamsburg (quizá más gris de lo normal para ser un barrio que está sufriendo la gentrificación) con un Berlín (excesivamente soleado) representación de la tolerancia, la liberación, la multiculturalidad, el amor, la sinceridad y el deseo… Una realidad que desgraciadamente coexiste en la ciudad junto al egoísmo, la soledad, la insolidaridad, la competencia y el consumo desmedido, pero que en el Berlín de Unorthodox no conseguimos ver.

Si ya de por sí una comunidad tan arcaica resulta del todo incomprensible en el siglo XXI, la licencia creativa que se permite Unorthodox (al ficcionar sin prejuicios la historia original de Feldman), debería ofrecer, si realmente quiere aportar, una comparativa más propia de la filosofía oriental como el típico yin yang, que nos recuerda que siempre hay algo bueno en lo malo, y viceversa.

De lo contrario, uno pensaría al ver Unorthodox que los buenos solo somos nosotros: los de la libertad y el progreso, los de la globalización, los que preferimos un mundo bien homogéneo… Pero, una pregunta, ¿desde dónde me lees?

Pues eso. Algo nosotros también estaremos haciendo mal.

El origen de Mayor Dundee

$
0
0

"Sam Peckinpah era un tipo poco corriente. Le han llamado genio, lo que probablemente es una exageración. Sólo he trabajado para otro director que llevara esta comprometida etiqueta: Orson Welles. Me parece que ambos la consideraban un estorbo. Además los dos tenían una personalidad complicada y tortuosa, aunque Orson era mucho mejor que Sam a la hora de tratar con actores y técnicos. Al primero todos le querían, mientras que el segundo se peleaba con los actores y despedía a los técnicos."
Charlton Heston. Memorias (1995)


En 1963, el productor Jerry Bresler se hizo con los derechos de un western escrito por Harry Julian Fink cuyo título era Mayor Dundee. Charlton Heston fue fichado como protagonista en un film que contaría con la financiación y distribución de Columbia Pictures.

Cuando Heston desembarcó en el proyecto, Bresler le comunicó sus planes de contar con Sam Peckinpah para el puesto de director. Cuando Heston vio Duelo en la Alta Sierra (1962), se mostró entusiasmado con el resultado y apoyó firmemente la decisión de contratar al que por entonces era un director con poca experiencia que buscaba establecerse en la industria.

Todos los implicados en el proyecto creían que el guión de Fink necesitaba una importante reescritura. Heston y Peckinpah compartieron, durante meses, un despacho en los antiguos estudios de la Columbia (en la calle Gower de Hollywood) y remodelaron un guión que planteaba una situación de partida interesante.

Durante la Guerra Civil americana, el MayorAmos Dundee dirige un campo de prisioneros en New Mexico. Un destino de poca relevancia que tuvo que asumir tras cometer un error táctico de amplias proporciones durante la batalla de Gettysburg (1863). Pero se le presenta una oportunidad de lucimiento cuando una banda de apaches, comandada por el jefe guerrero Charriba, realiza una serie de incursiones en el territorio asaltando ranchos y masacrando a todo aquel que se le pone por delante. Refugiados más allá de la frontera, Dundee se propone emprender una acción ilegal de castigo contra la banda pero no dispone de suficientes hombres en su columna. Es entonces cuando decide reclutar a los prisioneros confederados que tiene en su prisión y a mercenarios civiles que transitan por la zona. El líder de los presos confederados es el Capitán Tyreen, un viejo amigo de Dundee ya que ambos estudiaron juntos en West Point antes de que el conflicto que dividió al país estallara. Viejos resentimientos, que incluían un consejo de guerra contra el sureño, salen a la luz. Pero Tyreen acepta incorporarse a la misión aunque sólo le garantiza lealtad hasta que acaben con Charriba. Así pues, una tropa mixta con soldados de ambos ejércitos, se une para un objetivo común. Una premisa como ésta ofrecía grandes posibilidades pero la película no acabó siendo lo que cabía esperar. Quizá las respuestas las podamos encontrar en la crónica de las incidencias que ocurrieron en su accidentado rodaje. Os invito a descubrirlo en el próximo artículo.

Heston y Peckinpah en el set de Mayor Dundee.
Viewing all 824 articles
Browse latest View live